Muchos de los problemas reproductivos que hoy se presentan en los rebaños lecheros son consecuencia del mejoramiento genético logrado en los últimos años. Cuando los animales eran de bajo nivel productivo (3.000–4.000/lactancia) bastaba con la pradera, que con una adecuada disponibilidad de materia seca alcanzaba a cubrir los requerimientos nutritivos de los animales.

Sin embargo, en los últimos 30 años, los animales fueron en muchos casos sacados de las praderas, confinados a establos y sometidos a un estrés medio ambiental y nutricional. Muchas vacas lecheras reciben altas cantidades de alimento, pero en muchos casos, se ha descuidado la relación forraje – concentrado.

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Una buena alimentación de las vacas nos permitirá obtener, por una parte, el potencial genético que la vaca trae como herencia de sus padres, y, por otro lado, que los animales desarrollen sus procesos reproductivos. La idea es que cada año la vaca tenga una cría y como consecuencia de ello, una lactancia por año.

La energía, la producción y la reproducción

 Los animales utilizan la mayor parte de los nutrientes contenidos en los alimentos para una serie de funciones: mantenimiento, producción de leche, carne, huevos, lana, otros. El contenido energético de los alimentos se puede expresar en diferentes unidades.

En vacas de alta producción el factor más limitante es la energía, y esto se agrava en la medida que los forrajes que consumen tengan una baja digestibilidad. Prolongados tiempos de estrés alimenticios que acarreen serias pérdidas de condición corporal, afectan seriamente la actividad reproductiva de las vacas lecheras.

Desde el punto de vista reproductivo, aquellas vacas que presentan una mayor producción de leche tienen una tasa de concepción más baja respecto a animales de menor producción. En otras palabras, a las vacas de alto nivel productivo les cuesta más quedar preñadas. Esta declinación en el aspecto reproductivo es consecuencia del mejoramiento de la producción de leche por animal y de la alta demanda de nutrientes que ello implica.

Mantener un balance energético adecuado al comienzo de la lactancia es extremadamente difícil, especialmente si no se dispone de un forraje de buena calidad. En esos momentos la actividad metabólica del animal está a producir la mayor cantidad de leche de acuerdo a su potencial productivo.

La mayoría de las vacas alcanzan su potencial de leche entre los días 45 y 60 días de iniciada la lactancia. Sin embargo, el consumo se encuentra desfasado respecto a esta mayor producción y recién se logra entre 70-85 la producción de leche, sino que el animal no ovula y por lo tanto no puede quedar preñado.

La ocurrencia de la primera ovulación post parto determina en gran parte cuan pronto la vaca podrá quedar preñada y esto está directamente relacionado a la condición corporal al parto y el consumo de energía. Por lo tanto, es absolutamente necesario de que el animal llegue al parto con una condición corporal de 3,5-4,0, que en términos prácticos significa, ni gorda ni flaca.

Por otra parte, los autores señalan que a partir de la segunda semana post parto los animales comienzan a perder peso rápidamente y, en promedio, las vacas pierden 33,4 kg de peso corporal al final de la cuarta semana post parto.

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Uno de los aspectos más importantes dentro de la relación de producción y reproducción es la condición corporal que deben tener los animales al parto y posteriormente a través de la lactancia. Dos animales pueden tener el mismo peso pero uno puede estar gordo y el otro flaco. En el fondo relaciona la talla con el peso corporal.

La condición corporal se mide en una escala de 1-5. En una condición corporal 1 la vaca se encuentra muy delgada y en la condición corporal 5 la vaca se encuentra muy gorda. La condición corporal varía en función de la etapa productiva en la que se encuentre el animal.

Minerales y vitaminas

Todos los minerales y vitaminas que son requeridas normalmente para el crecimiento y salud animal son necesarios para la reproducción. Sin embargo, en muchos casos, no existe claridad respecto a la acción específica de algunos de ellos en la reproducción.

Las vitaminas más importantes desde este punto de vista son la Vitamina A, D y E. La vitamina A es muy necesaria ya que permite prevenir partos prematuros, nacimiento de terneros débiles y retención de placenta.

Afortunadamente los rumiantes son capaces de almacenar vitamina A en grandes cantidades en el hígado, la que es movilizada en períodos de escasez. Animales que permanecen confinados y no tienen oportunidad de pastorear pueden presentar deficiencias de vitamina A y en esos casos será necesario suplementarla.

Esto también se puede presentar en vacas lecheras que consumen ensilaje de maíz o henos de mala calidad en los cuales el caroteno es extremadamente bajo, o bien, se encuentran presente microtoxinas y nitratos que destruyen las reservas de vitamina hepática. En estos casos es necesario suministrar vitamina A vía oral o intramuscular.

Existen algunos antecedentes de que la vitamina E se encuentra relacionada con el selenio en la prevención de la retención de placenta. Esto es importante en animales confinados durante mucho tiempo. Los animales a pastoreo no presentan mayores problemas.

Por último, es necesario destacar que los rumiantes a través de su microflora ruminal sintetizan vitaminas del complejo B, C y K y normalmente no hay necesidad de suplementarlas. Con relación a la vitamina D, se puede señalar que los propios animales la producen a través de la transformación de sus precursores por efecto de la luz solar.

Por: Periódico El Agro.

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