El cese de la acción armada de las Farc significa que por fin la discusión sobre el campo en Colombia podrá centrarse en los campesinos
Por: Laura Astudillo Mesías*, editora El Campesino
Uno de los primeros puntos en los que hizo énfasis Humberto de la Calle en su discurso durante el anuncio de la finalización de las negociaciones en La Habana fue el desarrollo rural. Afirmó que el punto 1 tenía “un propósito explícito de recuperar la dignidad de la familia campesina y de permitir su ingreso a un ciclo productivo sostenible y adecuado”.
Este tipo de promesas para el campo son revolucionarias. La refrendación de los acuerdos pondrá en marcha finalmente una política institucional enfocada en el campo y con miras al fortalecimiento agrícola. Ya no habrá más excusas para embolatar las recicladas reformas agrarias, que desde hace 40 años siempre hacen parte de la agenda pero nunca se concretan.
Sin la lucha contra las Farc ocupando la atención nacional, los campesinos podrán reclamar su puesto en Colombia. Más que víctimas, podrán ser los protagonistas de una nueva etapa. Podrán mostrar que el campo en el país está para ser aprovechado y ojalá, por primera vez en más de medio siglo, sea la tierra de las oportunidades.
Firmar con este grupo guerrillero es una apuesta con la democracia. Desestima la noción de que al enemigo hay que acabarlo con balas. Restituye al líder campesino y su trabajo, pues lo protege de ser estigmatizado y acusado de guerrillero por querer un cambio. Esperemos que se abran las puertas para su participación en las discusiones nacionales y se tenga respeto por su vida.
No es que esta firma vaya a ser la gran solución a todos los problemas. El mismo De la Calle nos recordaba que lejos estamos de un acuerdo perfecto. Sin embargo, pone a la ciudadanía en una posición de ventaja para avanzar, pues deja de estar sometida a un conflicto armado. La transición será lenta y compleja, pero al menos ya está en marcha.
Hay un ambiente de unión que se respira ya hace un tiempo, con un aparente cambio de mentalidad en los colombianos. Da alegría ver la fuerza que han ganado los movimientos cívicos, principalmente para luchar por el medio ambiente. Han logrado victorias impensables como dejar en las urnas la decisión de entregar el territorio a los intereses mineros en Tolima.
Esperemos que estos escenarios sean cada vez más comunes y que el trabajo social deje de ser algo para lo que hay que atreverse. Ayer se abrió la puerta a una nueva Colombia, por favor no nos quedemos por fuera.
*Twitter: @lalaastudillo