A favor o en contra del acuerdo de paz, pocos colombianos tienen una conciencia del momento crucial por el cual atraviesa nuestra nación.
Por Camilo Agudelo Linares
Hace cuatro años aproximadamente cuando el Gobierno Nacional dio inicio a los diálogos de paz con la guerrilla de la FARC – EP en Cuba, para muchos parecía prometedor ese intento, mientras que para otros, con total indiferencia, no era más que algo sin sentido y destinado al fracaso. Unos se oponían reclamando venganza ante un sinnúmero de actos criminales perpetrados por el grupo guerrillero, mientras que otros veían ese camino como el único posible para evitar más sangre y muertes. A otros, finalmente no les generaba ningún tipo de interés y por tanto, consideraban que no había necesidad de adquirir una postura al respecto.
Ante esta variada gama de posiciones, lo cierto es que hoy los diálogos de paz han llegado a su fin, las negociaciones se han concretado y se ha redactado finalmente el acuerdo de fin del conflicto con las FARC – EP. Por decisión del Gobierno Nacional este acuerdo será puesto en las manos de los colombianos para que por medio de un plebiscito seamos nosotros quienes decidamos la implementación de dichos acuerdos.
Es verdad que hay argumentos válidos desde los distintos puntos de vista; quienes apoyan el proceso afirman que es necesario suspender la guerra ya y definitivamente implementando los acuerdos pactados; quienes se oponen al proceso afirman que la paz es necesaria, pero que no puede suponer de ningún modo la impunidad de quienes cometieron crímenes atroces. Y, como se dijo anteriormente, hay un enorme número de colombianos a quienes no genera ninguna interés el asunto. En todo caso, es necesario no dejarse envolver por una serie de comentarios superficiales, falaces o mal intencionados de parte tanto de quienes apoyan el proceso como de quienes no.
La invitación en estos tiempos que vive Colombia es clara, más que apoyar la implementación de los acuerdos o la oposición a los mismos, los medios de comunicación, la Iglesia Católica, las diferentes organizaciones gubernamentales y civiles, las entidades educativas y comunitarias, y en general todo colombiano debe promover un voto con criterio. Está en nuestras manos la implementación de los acuerdos de paz en nuestro país. No puede ser nuestro voto un simple reflejo de los comentarios sueltos que emiten algunos y que a primera impresión parecen convincentes. Tener conciencia y criterio para hacer una elección de tal importancia significa que cada colombiano se ha esforzado por conocer a profundidad el texto del Acuerdo Final y en conciencia ha tomado su propia posición.
Es claro que no se está eligiendo la paz, esta no es posible someterla a una mesa de votación, pues es un derecho de todos y al mismo tiempo un deber al que todos debemos aportar, pero sí es real que la decisión que como colombianos debemos tomar no puede ser a la ligera, ni mucho menos por simpatía con alguna inclinación política, debe ser una opción basada en la responsabilidad que como compatriotas tenemos con nuestro país y con las generaciones venideras.