La palma de cera, es una planta que puede alcanzar 70 metros de altura, tarda en crecer 50 años y otros 80 para lograr reproducirse, por lo que es considerada de gran importancia para la historia del país. La Ley 61 de 1985 designa a esta especie como árbol nacional de Colombia y dictamina “prohíbese la tala de la palma de cera bajo sanción penal aplicable en forma de multa, convertible en arresto, en beneficio del municipio donde se haya cometido la infracción”.
En el departamento del Tolima, sobre la vertiente oriental de la cordillera Central se encuentra el corregimiento de Toche, zona donde se ubica Tochecito; el bosque de palma de cera más grande del país. Según la Red Colombiana de Reservas Naturales de la Sociedad Civil (Resnatur), este territorio guarda cerca de 600.000 palmas de cera de las 700.000 que hay en Colombia con una extensión de 4.500 hectáreas.
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Sin embargo, los esfuerzos por proteger este árbol no han sido suficientes. De acuerdo con la Corporación Vida Andina, el incremento de las malas prácticas agrícolas en el sector pone en un inminente riesgo a la especie. “La ganadería y la expansión del monocultivo de aguacate Hass, llevado a cabo por productores locales y multinacionales, la tienen al borde de la extinción, aunque el desarrollo agrícola también resulte beneficioso para el desarrollo económico de la región”.
Según explica la corporación, la Ley que prohíbe la tala de este árbol no se cumple, ya que se utilizan retroexcavadoras para cortar los troncos de esta especie y vender sus hojas en época de Semana Santa. Sumado a esto, la llegada de productores de aguacate Hass ha atenuado la situación, pues el uso de agroquímicos para el cultivo están secando las palmas. La Corporación Autónoma Regional del Tolima (CORTOLIMA) reveló que más de 2.000 palmas han desaparecido por esta situación, aproximadamente el 40% del total de palma de cera de Tochecito.
“Si hubieran unas buenas prácticas agrícolas no se generaría esta vulneración a la palma de cera. Por ejemplo que se omitan los insumos químicos, si los insumos fueran de síntesis orgánica, se salvaguardaría esta especie”, añadió Vida Andina.
Robinson Mejía, presidente del Comité Ambiental de Cajamarca, afirmó que esta situación afecta directamente este bosque, pues volver a plantar esta especies requiere de una protección especial, ya que se requieren por lo menos de 10 años para garantizar su adecuado crecimiento.
Cabe destacar que, para mitigar esta situación la entidad Vida Andina adelanta un proceso de reforestación, monitoreo e investigación apostando a la construcción de viveros para registrar todo un periodo de crecimiento y buen desenlace de la planta.
“Si no tomamos acciones en este momento vamos a enfrentarnos a largo plazo a que la palma de cera desaparezca en muchos lugares del territorio nacional, concretamente en esta zona de Cajamarca e Ibagué, donde ya solo existen potreros con pocas palmas de cera, desapareciendo con ella el hábitat”, afirmó Luis Felipe Carranza, líder de la corporación.
Por: Ivania Alejandra Aroca Gaona – Periodista.
Editor: Karina Porras Niño. Periodista – Editora.