El otro 18 de julio. Ese día de 1918 nacía en Mvezo (Sudáfrica) Nelson Rolihlahla Mandela, también conocido como Madiba. En 2009, mediante la resolución 64/13, la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió nombrar el 18 de julio como el Día Internacional Nelson Mandela para rendir tributo a un defensor de la paz, la democracia y la libertad.
Madiba fue, durante toda su larga vida, un ciudadano universal y un servidor y defensor de las libertades públicas, la paz y los derechos humanos. Un estadista de talla mundial y un humanista que fue capaz de mirar a sus enemigos a los ojos y ponerse en su lugar para tratar de comprenderlos.
Un líder que poseía, como escribió Todorov, “una extraordinaria combinación de sentido político y virtud moral” y un político capaz de reconocer que no lograría sus objetivos, difíciles, de paz y reconciliación si tomaba el camino, fácil, de la venganza.
Él ha sido uno de mis “navegantes”, una de las personas que ha marcado las rutas de mi travesía y que le ha aportado sus valores intangibles al ideal de construcción de una sociedad más libre, más respetuosa y socialmente más justa. Con su lucha y sus acciones inspiró y llevó a cabo un verdadero cambio social, una metamorfosis que consiguió tumbar el racista y excluyente sistema político del apartheid sudafricano, que se convocaran elecciones libres y ser elegido el primer presidente negro de Sudáfrica.
A pesar de los veintisiete años que permaneció en prisión, Mandela estaba convencido de que: “Lo más fácil es romper y destruir. Los héroes son los que firman la paz y construyen”. Me atrevo a sugerir que ese es el camino del que debían tomar ejemplo muchos países, incluida España, con esa deriva fascista que se está imponiendo en las calles y en cierta parte de la política y de los medios, y también Colombia, cuyo acuerdo de paz de 2016 está siendo continuamente pisoteado y cuya sociedad sigue expuesta a la exclusión y al arbitrio de unos gobernantes ciegos y sordos frente a las realidades de su país.
Para alcanzar la paz social son necesarias la memoria y el diálogo
Mandela hizo de la cultura del diálogo el eje central de su actividad política, poniendo la reconciliación y los principios por encima de la venganza y el poder. Eso es lo que su figura ha inspirado a miles de personas en el planeta, su apuesta por la esperanza por encima del miedo y por el desarrollo equitativo para su país por delante de las prisiones a las que le condenaron en el pasado.
A Colombia parece que no le ha servido de mucho, o de casi nada, el premio Nobel de la Paz concedido en 2016 al anterior presidente de la República. Algo muy en la línea con ese particular realismo mágico colombiano, con esa realidad maravillosa y trágica que supone dar un premio a la paz al mandatario de un país en guerra.
Menos mirar el patio del vecindario para criticar y más tomar conciencia de lo que hay en el jardín de tu propia casa. Mandela es el ejemplo; por eso, celebremos el otro 18 de julio.
*Esta nota periodística no representa la postura de Acción Cultural Popular – ACPO organización dueña de la marca registrada Periódico El Campesino y elcampesino.co. Con ello, tampoco compromete a la organización ni al periódico en los análisis realizados, las cifras retomadas, los entrevistados que aparecen, entre otros.
Por: Ignacio «Iñaki» Chaves – Consejo Editorial El Campesino.