#Opinión: Necesitamos gobernantes con corazón campesino

De acuerdo con diversos informes, se evidencia un gran abandono estatal de cara a los procesos y derechos campesinos. Por eso, es indispensable, en el marco de las elecciones, saber elegir pensando en gobernantes que realmente conozcan la situación rural y tengan propuestas pertinentes.

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Foto por: Agustín Patiño

El semanario Portafolio informó el 21 de junio de este año, que los efectos de la pandemia del COVID – 19 han sido devastadores para muchos sectores de la economía colombiana, que los principales indicadores de la economía se desplomaron y el desempleo y la pobreza volvieron a niveles que sólo se veían hace más de 20 años, a finales del siglo pasado. Sectores como la educación, la salud, el turismo, el comercio y la industria han sido duramente golpeados por la crisis.

Portafolio también reportó que, en medio de la dura situación económica, la producción de alimentos y la economía rural agropecuaria han jugado un papel protagónico en el comportamiento del Producto Interno Bruto – PBI del país en este año 2021. De acuerdo con la publicación, “Las previsiones positivas del sector están basadas en el buen comportamiento de los precios de varios de los principales productos”. Según el DANE, mientras que la economía cayó 6,8%, el PIB agropecuario creció un 2,8%, a pesar de que fue golpeado por la falta de consumo de alimentos en los restaurantes o en productos alimenticios de exportación.

El trabajo real lo han puesto los campesinos para surtir a Colombia de alimentos, aunque los bloqueos, los enfrentamientos y las revueltas de este año afectaron negativamente la producción y los costos. En medio de la pandemia, los bancos y el sector financiero son los que han sacado buen provecho de la crisis. 

Jorge Enrique Bedoya, presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), aseguró que “los productores rurales le cumplieron a Colombia. Desde que inició la pandemia el país ha estado bien abastecido de alimentos gracias al esfuerzo de quienes trabajan en el campo”. Por eso, “es necesario generar las condiciones para garantizar la rentabilidad de todas las actividades agropecuarias”.

Mirando estos aportes del sector rural a la economía del país, hay que mostrar a quienes ya preparan las campañas electorales, los retos que tiene el país en materia agropecuaria. Los colombianos tenemos la obligación moral de exigir a los que quieren ser nuestros gobernantes, propuestas concretas y coherentes que atiendan las urgencias y necesidades de los campesinos colombianos. 

Los bienes públicos y el sector rural

Es necesario insistir en la construcción y mejora de vías rurales y veredales que permitan llevar los insumos agrícolas hasta las parcelas y sacar las cosechas campesinas a menor costo. Hay que encontrar soluciones a problemas como la costosa importación de maquinarias, semillas e insumos, gravada con exagerados impuestos y que encarece la producción nacional. 

Es urgente la construcción de centros de acopio que faciliten a los campesinos la venta de sus cosechas a precios justos durante épocas de baja producción. A pesar de las riquezas hídricas del país, los distritos de riego son dramáticamente insuficientes. Sin riego, la tierra es improductiva. 

La tenencia de la tierra

Enormes extensiones, hoy dedicadas a ganadería extensiva, están en manos de terratenientes poco preocupados de las necesidades del país. Poco se habla del famoso catastro multipropósito que tiene financiación del BID con $50 millones de dólares y que está todavía pendiente. Esta herramienta arrojaría información sobre los aspectos físico, jurídico, y económico de los predios.

Hay interés en que esto no avance, pues los grandes dueños tendrían que pagar impuestos acordes con el valor real de las tierras que poseen. Está pendiente también un nuevo censo agropecuario que muestre lo que realmente sucede hoy en el campo colombiano. 

La restitución de tierras para los campesinos que fueron despojados de ellas violenta e injustamente, avanza tediosamente en varias regiones del país y por una senda llena de incertidumbres. Se mira con preocupación el lento avance en la implementación de los acuerdos de paz, particularmente en el tema agrario, el cual es, sin duda alguna, el que presenta menos logros. 

A pesar del valioso aporte que han hecho los campesinos a la economía del país en medio de la peor crisis que hemos sufrido en muchos años, ellos han sido los más abandonados por los gobiernos colombianos. Entre 1970 y 2014, (¡44 años!) en Colombia no se hicieron censos agropecuarios. Durante este tiempo, casi a escondidas de la sociedad, se multiplicaron los latifundios y se concentraron en pocas manos.

Como lo reporta Oxfam en su análisis del último Censo de 2014, (OXFAM. Radiografía de la desigualdad. Julio de 2017) el 1% de los propietarios de las grandes fincas concentran y poseen el 81% de las tierras cultivables del país; es decir, que el 99% de pequeños propietarios de tierras, se tienen que repartir el 19% de las tierras cultivables. 

En 1970, los terrenos considerados grandes, de más de 500 hectáreas, ocupaban 5 millones de hectáreas. En 2014 pasaron a ocupar 47 millones de hectáreas y entre 1970 y 2014, su tamaño promedio creció de 1.000 a 5.000 hectáreas. Este dato indica, no sólo un tremendo avance en la concentración de la propiedad de las tierras sino, también, un real acaparamiento del territorio colombiano en manos de unos pocos, verdaderamente muy pocos. 

Otros dolores campesinos

La pandemia sacó a flote el tremendo atraso del país que no ofrece internet a sectores campesinos. Durante esta pandemia la educación virtual de los millones de niños campesinos sólo ha sido una ilusión. Esto se ha agravado con el escándalo del Min TIC que adjudicó a corruptos la instalación de internet en grandes sectores campesinos. Como lo reporta el censo del DANE (2018), es en el sector rural donde se encuentra el mayor número de colombianos analfabetas y marginados de la cultura que aún no saben leer, escribir o que no tienen destreza para el cálculo matemático. 

Y en medio de estas graves carencias, vemos nuevamente a campesinos acosados, desplazados, arrinconados por las bandas armadas que viven del narcotráfico, los cultivos ilícitos y la minería ilegal. Ellos y los indígenas siguen siendo víctimas de la violencia que nunca cesó a pesar de la firma de los acuerdos de paz con las FARC, porque esos territorios los tomaron inmediatamente otros ilegales, desplazadores y expoliadores. 

Vemos que a diario siguen cayendo asesinados líderes sociales que se atreven a reclamar justicia o a enfrentar a los violentos. Igualmente crecen las estadísticas de desmovilizados que caen asesinados. Hoy, la lucha armada enfrenta a las fuerzas del Estado contra criminales que se alimentan de las ganancias del comercio de drogas ilícitas, de la minería ilegal y de la destrucción inmisericorde de nuestros bosques. 

Las lluvias de cada año producen cíclicamente las inundaciones en sectores como la Mojana sucreña y los ribereños del Cauca, del Sinú y San Jorge, siguen siendo las víctimas más golpeadas por estos desastres naturales que anegan sus terruños, destruyen sus parcelas e inundan sus viviendas. La construcción de barreras permanentes que traigan soluciones duraderas ha sido aconsejada desde hace muchos años y existen desde hace tiempo documentos y proyectos para estas obras. Sin embargo, los recursos desaparecen y las víctimas de hoy siguen esperando con el agua al cuello. 

De estas realidades y de sus soluciones aún no se habla en los planes de los precandidatos, todavía atrapados en el discurso de la polarización y buscando alianzas que les aseguren el poder. Por todo ello, debemos escoger y elegir en las próximas elecciones, gobernantes que tengan como la prioridad de su gobierno y en su corazón, atender las urgencias del sector campesino colombiano. En Colombia necesitamos y merecemos gobernantes con corazón campesino.

*Esta nota periodística no representa la postura de Acción Cultural Popular – ACPO organización dueña de la marca registrada Periódico El Campesino y www.elcampesino.co. Con ello, tampoco compromete a la organización ni al periódico en los análisis realizados, las cifras retomadas, los entrevistados que aparecen, entre otros. 

Por: Bernardo Nieto Sotomayor. Equipo Editorial Periódico El Campesino.

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