En un vaivén de bolsas, costales, cajas y tanques, empieza el trabajo en el puerto de Cartagena del Chairá, municipio del Caquetá. Poco antes de las seis de la mañana, habitantes de la zona y dueños de embarcaciones, chalupas, canoas y deslizadores, se dan cita a orillas del río Caguán.

Hasta allí llegan campesinos con sus víveres, insumos agrícolas, herramientas de trabajo y hasta medios de transporte como las motos, que deben trasladar diariamente dentro de las embarcaciones que llegan hasta caseríos y veredas del municipio, pues es la única salida con la que cuentan.

EL TRANSPORTE FLUVIAL MOVILIZA A MÁS DE 21 MIL PERSONAS QUE HABITAN EN EL ÁREA RURAL DEL MUNICIPIO Y HAY QUIENES GASTAN ENTRE 8 Y 12 HORAS ATRAVESANDO EL RÍO CAGUÁN DE REGRESO A CASA.

De las embarcaciones bajan hombres, mujeres y niños que deben pasar por la inspección policial antes de emprender su camino. Hay quienes esperan unos minutos antes de partir y dialogan con dueños de lanchas, chalupas y deslizadores, con quienes pueden negociar el costo para el transporte de sus productos.

Así fue como me encontré con Carlos, un hombre mayor, de sombrero ancho, bigote espeso y sonrisa amable, quien conversaba con el dueño de la embarcación que diariamente recoge la leche de su finca en la vereda Pilones, a dos horas del puerto.

Carlos Castro nació en Ibagué, pero es cartagenero de corazón. Y en estas tierras fue donde dio rienda suelta a su sueño, trabajar con ganado. -Como Caquetá no hay dos y menos como Cartagena del Chairá- dice, y le creo, pues al llegar a estas tierras se divisa una parte de la inmensa llanura Amazónica, un terreno de topografía plana y ondulada que favorece la actividad ganadera.

Así como Carlos, hay miles de campesinos dedicados a la ganadería. De acuerdo a los reportes del ICA, en el año 2015 se encontraron 116.041 cabezas de ganado bovino en Cartagena del Chairá, lo que corresponde a aproximadamente 5,5 cabezas de ganado por persona.

Industria láctea, principal fuerza de trabajo de los cartageneros

La actividad ganadera da vida a la industria lechera y quesillera del municipio, principal fuerza de trabajo de los cartageneros. A las quesilleras llega la leche que viene desde las veredas del municipio, e incluso de aquellas colindantes con el vecino departamento del Putumayo, donde se transforma en quesillo, queso doble crema y queso mozzarella, que posteriormente es distribuido en la región y en otros departamentos como Tolima y Cundinamarca.

Carlos envía diariamente 120 litros de leche al puerto. La lancha llega todos los días a su finca a las nueve de la mañana y recoge las canecas de leche que luego se llevan a las quesilleras del pueblo. A Carlos le cuesta $14.000 transportar las seis (6) canecas de leche diarias (120 litros) por el río Caguán. Las envía con el dueño de la embarcación y él es quien las vende a las quesilleras.

Cada quincena, el dueño de la lancha le paga a Carlos su producción de leche, le paga $800 por litro y se queda con las ganancias de la venta, además de las ganancias del transporte diario hacia el puerto.

A pesar del importante aporte económico que deja el trabajo de Carlos y otros campesinos como él, quienes trabajan por la industria láctea en el municipio y el departamento, la infraestructura y la falta de desarrollo vial en la región es un elemento que les deja pocas ganancias por costos de transporte fluvial.

En el olvido las vías de Cartagena del Chairá

Desde Cartagena del Chairá hasta Bocas del Caguán, límites con el río Caquetá, transitan embarcaciones de hasta 200 toneladas. Al ser la principal arteria fluvial del municipio, es susceptible de contaminación y deforestación; por lo que campesinos como Carlos hacen un llamado al Gobierno Nacional, para que tome cartas en la protección de un río del que dependen alrededor de 21 mil personas.

Pese a que el municipio cuenta con una salida terrestre hacia municipios del Paujil y Florencia, la vía presenta pésimas condiciones, lo que incrementa los costos de fletes y transporte.

Siendo así, Carlos no tiene muchas alternativas para transportar la producción de leche de su finca, y la situación se agrava cuando se acerca el verano, pues el río se seca y su caudal disminuye, esto duplica los tiempos del recorrido por la lancha y aumenta los costos del transporte.

Pero Carlos también debe viajar hasta el puerto a comprar el alimento para su ganado, entre otros insumos y herramientas para su trabajo como ganadero, así que los costos de transporte aumentan mucho más y las ganancias continúan disminuyendo.

Pese a que el oficio no le deja un gran porcentaje de ganancia, Carlos es feliz en la tierra que lo ha visto crecer, sueña con mejores vías y más oportunidades para él y compañeros, pues sabe que el Gobierno los tiene olvidados por tratarse de un municipio que está “emboquillado” como él mismo dice para referirse a ese lugar al que es muy difícil llegar.

Por: Lina María Serna. Periodista.

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