Voto sin remordimiento

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Voto porque se respeten los derechos y se cumplan los deberes.

 

COLOMBIA-ELECTION-RUN-OFF-VOTERS

Por Rubén Gil

 

Voto es un privilegio de los países democráticos. Colombia es uno de ellos. Y desde 1830 hasta la fecha actual, los colombianos han podido elegir a sus gobernantes mediante el voto sin que este derecho se haya visto amenazado por ningún tipo de gobierno, salvo cuando se presentaron las guerras civiles, en el siglo XIX, cuando, por razones obvias, no se pudo votar.

Pero el voto no es solamente un derecho, cuya conquista le ha costado tanto al país, es también un deber de todo ciudadano colombiano que se encuentra habilitado para ejercer esta práctica. Es un deber en cuanto que cualquier gobernante electo en un gobierno democrático, como es el caso de Colombia, necesita de la aprobación de los ciudadanos, la cual se hace efectiva mediante el voto. El cumplimiento del deber trae como consecuencia la exigencia del derecho. Es decir, para reclamar sus derechos como ciudadano debe así mismo cumplir sus deberes.

El artículo 258 de la constitución política de Colombia dice: “El voto es un derecho y un deber ciudadano. El Estado velará porque se ejerza sin ningún tipo de coacción y en forma secreta por los ciudadanos en cubículos individuales instalados en cada mesa de votación sin perjuicio del uso de medios electrónicos o informáticos……La ley podrá implantar mecanismos de votación que otorguen más y mejores garantías para el libre ejercicio de este derecho de los ciudadanos.”

La constitución política hace énfasis en el libre ejercicio del voto y en las garantías que debe brindar el Estado para que esto se dé. Ella no obliga de ninguna manera a los colombianos al ejercicio del voto. Pero precisamente se buscó que cada persona con derecho al voto, lo ejerciera con plena conciencia de las consecuencias que puede acarrear la decisión que se tome, bien sea que se vote o no.

El voto no puede verse solamente como un derecho, pues ello representaría para cada ciudadano la oportunidad de adquirir una dádiva a corto plazo, sin tener en cuenta el perjuicio para los demás y para sí mismo a largo plazo. Por el contrario, el voto es también como un deber en donde prima el bien común.

La iglesia católica es también defensora del voto porque respeta la libertad de las personas, pero invita a que todos los ciudadanos posibilitados lo puedan hacer teniendo en cuenta la recta moral.

La congregación para la doctrina de la fe publicó una nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida políticavoto2. En el segundo párrafo del numeral primero dice: Las actuales sociedades democráticas, en las que loablemente todos son hechos partícipes de la gestión de la cosa pública en un clima de verdadera libertad, exigen nuevas y más amplias formas de participación en la vida pública por parte de los ciudadanos, cristianos y no cristianos. En efecto, todos pueden contribuir por medio del voto a la elección de los legisladores y gobernantes y, a través de varios modos, a la formación de las orientaciones políticas y las opciones legislativas que, según ellos, favorecen mayormente el bien común. La vida en un sistema político democrático no podría desarrollarse provechosamente sin la activa, responsable y generosa participación de todos, «si bien con diversidad y complementariedad de formas, niveles, tareas y responsabilidades».”

El cristiano debe tener muy clara la consigna cuando de participación política se trata, “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. El voto para elegir a los gobernantes y el bien común para elegir a Dios.

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