Alfonso Mario Cepeda, un médico barranquillero, logró que las once fotografías que tomó con su celular, fueran seleccionadas entre las mejores del mundo por el Smithsonian Institute en la categoría de naturaleza, a mediados del pasado mes de enero. El resultado final del concurso será entregado en abril próximo. Sin embargo, para el alergólogo barranquillero el hecho de que sus once fotografías fueran seleccionadas, ya significa haber ganado el máximo premio.
Aunque reconoce que no sabe manejar una cámara fotográfica, habla con sencillez sobre su afición a contemplar y captar con su móvil la belleza natural que se ofrece gratuitamente a los ojos y al corazón. En su concepto, esa es la capacidad que también tienen las personas del campo, acostumbradas a vivir en medio de la naturaleza y sus paisajes.
Pude conversar con él sobre este logro y me respondió desde su celular, el mismo que usa para tomar sus fotos, con la calidez de un amigo y la sabiduría del profesional que trabaja por la salud de muchos y que cura a la gente ayudado por sus bellas imágenes.
¿Cómo se adentra en la fotografía un médico alergólogo especializado? ¿De dónde viene la afición y desde cuándo?
“Yo considero que el médico alergólogo, en general, tiene que ser un buen observador del mundo, porque las alergias pueden hoy surgir por cualquier parte. En el caso mío, soy una persona contemplativa.
Me encanta ver el mundo. Y el mundo es todo: paisajes, personas, lugares, cosas, objetos, acciones, en fin… Yo creo que eso me ha llevado a querer captar el mundo y una de las formas, además de captarlo con el alma, -porque uno lo capta con el alma-, es también tratar de dejar algunos momentos para la memoria, lo que se puede hacer con la filmación o con la fotografía… o con el audio…, Bueno, entonces yo he estado pues dándole a la fotografía”.
¿Además de médico especializado, eres fotógrafo?
“ ¡Yo no soy fotógrafo! Si lo quieres decir, yo soy fotógrafo del mundo, pero no soy fotógrafo porque no sé nada de fotografía. No tengo idea y no uso la cámara; solamente mi celular, este celular con el que estamos hablando. Entonces… ¿qué capto? Bueno, lo que me atrapa el alma.
Cuando hay algo que me gusta, que me encanta o que instintivamente me llama la atención, entonces lo capto.Toda la vida he tomado fotografías, pero nunca como en este año 2020 que acaba de pasar y lo corrido de 2021. Anteriormente lo hacía muy poco, por aquello del rollo y la revelada, etc. Luego, las primeras cámaras digitales eran muy buenas, pero de poca resolución, pero esto ha ido progresando. Estas cámaras de los celulares van teniendo cada vez mejor resolución.
A pesar de que yo uso hoy un cacharrito, que es el “Iphone 7”, que hoy está pasado de moda, atrasado en tecnología, es el que he usado para la mayoría de mis fotos. Algunas las he tomado con el Iphone 11 de Marcela, mi esposa; y, obviamente, esas tienen mejor resolución. Pero la mayoría con mi Iphoncito 7, que me recuerda la canción de Roberto Carlos… Mi cacharrito… beep, beep… beep piru piru… je, je je. Marcela me regaló un Iphone 12, el último en tecnología. Entonces aspiramos, bueno, ya estoy comenzando a tomar fotos con mejor resolución y mejores alternativas”.
¿Por qué amaneceres?
“ Bueno, yo tomo amaneceres, tomo atardeceres, tomo medios días, tomo mañanas, tomo tardes, tomo noches, cuando la luz lo permite. Después de la cuarentena, una de las cosas que me ha gustado en Barranquilla, es que nuevamente pudimos ir al malecón. ¡Me ha encantado! Porque estamos a la orilla del río y en el malecón tú ves el río; al otro lado del río ves el parque natural Isla de Salamanca; detrás del parque ves la Sierra Nevada y detrás de la Sierra ves el cielo, a veces la luna, a veces el sol, las nubes y las aves que circundan” .
¿Las más lindas las has tomado al amanecer, o no?
“Sí, casualmente caminábamos mucho por el malecón y la cuarentena nos cerró esa posibilidad. Yo estaba añorando volver, hasta el 11 de agosto, cuando se abrió nuevamente el malecón de 5 de la madrugada a 8 de la mañana. Entonces nos levantábamos a las 4 y media. Estamos a ocho minutos del malecón y a las 5 en punto prácticamente éramos los primeros, casi. Abríamos el malecón nosotros. Porque tiene unas entradas que están vigiladas y controladas con la toma de la temperatura, por aquello de la pandemia, etc. Entonces, abríamos el malecón y listo… ¡A caminar!
Íbamos en plan de caminar, de hacer ejercicio; caminábamos entre 5 y 10 kilómetros cada día. Y mi intención no era sino esa, contemplar el bello y hermoso paisaje, que cada día es diferente. No hay dos amaneceres iguales, no hay dos atardeceres iguales. Y eso me fue capturando, desde el primer momento.
Apenas llegué, antes de comenzar a caminar, comencé a tomar mis primeras fotos, sin que lo hubiese planeado. En medio de mi caminada o trotada, apenas veía algo que me gustaba, paraba y lo tomaba. A veces me tomaba dos o tres segundos, a veces esperaba unos cuantos segundos más para tomar la foto o las fotos y luego seguía mi ejercicio. Marcela seguía caminando y yo, después, trotaba un poquitico y la alcanzaba y luego ahí seguíamos haciendo ejercicio”.
¿Qué hay que hacer para tener esa sensibilidad, esa capacidad de contemplar algo bello?
“Yo creo que lo primero que hay que hacer, para quien lo tiene natural e instintivamente, y estoy seguro que mucha gente lo tiene, es ¡aprender a degustar de la naturaleza, ver la naturaleza y sentirla! Porque tú sientes el canto de los pájaros, de las aves, sientes la brisa deliciosa, sientes el sol tenue y después el sol más fuerte, sientes muchas cosas. Si no se aprende a degustar de todo eso, no se aprende a admirarlo. Si uno pasa rápidamente por un paisaje, pues ¡no lo viste!, y, menos aún, lo apreciaste y, menos aún, lo degustaste… Entonces yo creo que es cuestión de aprender a degustar de lo que Dios nos dio. ¡Al natural!”.
Somos parte, finalmente, y viva, de la naturaleza. Tomar conciencia de eso.
“De acuerdo. Tomar conciencia de eso. En algunas de estas fotos hay personas; en la mayoría no las hay. Pero yo tengo muchísimas fotos de personas y de rostros, de objetos, muchísimas fotos de lugares distintos del mundo, de museos, etc. Pero aquí me atrapó la naturaleza que tenemos en nuestra querida Barranquilla y que vemos en nuestro hermoso Gran Malecón”.
¿Cómo fue eso del Smithsonian? ¿Cómo te enteraste de que había un concurso, o una invitación a participar?
“Siempre que tomaba fotos, al regresar a mi casa, a veces a las 6 o 6 y media de la mañana, mientras el desayuno, etc., yo comenzaba a revisar mis fotos y a escoger las que más me gustaban, siempre emocionado, porque las más bonitas, cuando las veo, me emocionan, me dan paz, tranquilidad, me dan una serena emoción”.
Un profesor mío de arte lo definía como la emoción estética
“¡Si! La emoción estética es sentir los latidos del corazón, las cosquillas en el estómago. Es sentirse alegre, pleno de mirar eso. Y ciertas fotos es mirarlas, y volverlas a ver. Y, si te alegran el corazón y te traen sentimientos agradables y alegrías, ¡qué hermoso hacerlo muy repetidamente! Entonces, escogía las fotos y, desde los primeros días, me dio por compartir algunas fotos con amigos y con algunos grupos de los chats. Siempre recibí excelentes comentarios. “¡Qué cosas tan hermosas!” “¡Oye, Alfonso, esto es bello! ¡Publícalo!”
En fin, yo no había participado nunca en un concurso de fotografía ni aquí en mi propia casa. Nunca, en nada. Entonces me metí en noviembre a ver y de los grandes concursos que tienen que ver con lo natural, el que se vencía próximamente era el del Smithsonian, el 30 de noviembre.
Faltaban pocos días. Entonces escogí varias fotos, diciéndome: Si en el concurso del 2019 participaron más o menos 40.000 fotos, este del 2020 serán 50 o 60 mil fotos ¡yo no sé cuántas! Mi intención aquí no es ganar un premio, pero sí que mis fotos queden entre las seleccionadas y que las publiquen ellos en su magazine, en el Smithsonian Magazine. ¡Oye!, que por lo menos seleccionen unita. Si mando una o dos, poco chance tengo. Si mando veinte, de pronto tengo el chance de que me escojan unita.
¡Yo quería mandar 20! Comencé el 20 de noviembre como a las 5 de la tarde. Yo no veía cómo era la metodología. Enviar cada foto tomaba un tiempo, varios minutos. Primero, tienes que enviarlas con tal resolución, no las de baja resolución; luego, al ir a enviar la foto, tienes que ponerle un título. Entonces yo, instintivamente, le ponía en ese momento los títulos que aparecen ahí en la publicación. Y ya cuando las iba a mandar ¡A ver, un momentico! Ahora tienes que hacer una descripción de algo que le llamó la atención… En fin… cuando uno da un doble click en esas fotos, en el link, aparece una frase, que también se escribe en el momento de enviarla. Muchas eran sentimientos que yo tenía.
Te voy a poner un ejemplo. Yo publiqué en Instagram una foto una mañana, de una madrugada en que la aurora era azul, – normalmente es roja, anaranjada-; esa mañana era azul, ¡azul!, y ¡el río adquirió el color azul! Como casi nunca lo he podido volver a ver. En Barranquilla la aurora viene del Este, por donde sale el sol.
Yo tomé varias fotos de la aurora azul y del río Magdalena azul; y cuando la iba a mandar a amigos, a publicar en Instagram, yo escribí: “La aurora viene del Este, y el Magdalena, ladrón, le roba el azul celeste”. Con esa frase la publiqué y entonces mucha gente me dijo: Alfonso, yo no sé qué es más bello: si la foto o el verso, la frase Y yo dije, ¡qué interesante la cosa!.
“A esa foto la llamé Blue River, Río azul. Luego, cuando veo que en el Smithsonian dice: “Ahora ponga una frase o algo que le haya inspirado o que describa el momento o cómo fue tomada la foto”, pues, yo puse esa frase en inglés. Lástima que en inglés no rima, como si rima en español. Esto era para ponerte un ejemplo de que el proceso de enviar cada foto tomaba varios minutos. Y que uno tiene que pensar lo que va a poner, y lo que va a escribir. Cuando yo envié mi foto 11 e iba para la 12, vino el aviso: “¡Se terminó el concurso!” ¡Eran las 6 en punto! Y yo logré mandar once.
Y yo entraba un par de veces por semana al sitio web del concurso 2020 del Smithsonian, y veía un montón de fotos seleccionadas y las mías, nada ¡cero. Y volví otra vez y nada. ¡Pa ́ qué ya reviso más ya no las escogieron! Pero, bueno, me dio por seguir revisando después. Una vez por semana revisaba. Y yo veía unas fotos seleccionadas y yo decía: ¡Caramba…! ¡Yo creo que tengo unas fotos que a mí me parecen más bonitas que algunas de las que estoy viendo!
¡Estaban poniendo las últimas en calidad, primero! Y esperando a las mejores
«Una noche…, poquito antes de mediados de enero, hace pocos días, me metí como con un sentimiento neutro, como que ya no tenía esperanzas y de pronto, ¡pácate! ¡Apareció una foto mía! ¡Uy VEEEE! ¡MI PREMIO! Mi premio ¡Este es mi premio! ¡Me escogieron una foto!
No de la premiación, -la cual es en abril- , sino de la selección de fotos. O sea, en esa selección de fotos entran muchas, pa´ escoger la premiación. Pero ya son fotos seleccionadas. ¡Qué más premio yo podría aspirar a que me seleccionaran una fotico! Y tuve mi premio. Pero seguí buscando y , de pronto, vi la segunda y seguí. Las seleccionaron todas, yo no podría creer esa vaina”.
¡Qué maravilla!
“Y como en cada foto, le das doble click y, además de la frase, aparecen algunas cuestiones técnicas, con qué cámara se toman, yo veía las fotos que tomaban y decía CANON, NIKON, LEIKA… Yo decía: ¡Miércoles, yo no tengo nada que hacer ahí!
Aunque yo me metí en el Smithsonian a la categoría de móviles, después yo me puse a buscar, por “pájaros”. ¡Casi me desmayo de la alegría cuando la primera foto que sale escogida en “birds” es una mía! Contra las cámaras CANON, NIKON, LEIKA y yo no sé cuántas marcas más.
Entonces mis amigos y algunos amigos que tengo aquí, que son, tu sabes muy del arte y un par de directoras de museos, (una del museo de arte moderno, otra del museo de la aduana de Barranquilla y otro de un museo de Puerto Colombia), me decían: ¡No puede ser! ¡Le ganaste a los profesionales! ¡No puede ser! Y yo me decía ¡Miércoles, como que sí eran bonitas las fotos, entonces.
Realmente mi consideración no es como, que si eran bonitas; mi consideración es como que no fui yo el único al que le parecieron bonitas mis fotos. ¡A ellos también les parecieron bonitas! Obviamente, para mí esto fue un estímulo pa´ decir, bueno, entonces sí puedo seguir creyendo en que lo que a mí me gusta, si es bonito, para otros también.
Por: Bernardo Nieto Sotomayor. Equipo Editorial Periódico El Campesino.