En torno al amor por la música surge el término de melómano, que hace referencia a una persona fanática de la música, que no solo disfruta oírla o bailarla, sino que le apasiona a tal punto de invertir tiempo y dinero en su conocimiento. A diferencia de otras manías, la melomanía no se considera como un tipo de afectación psicológica, y al contrario el fortalecimiento de esta conexión con lo melódico puede llegar a generar cambios positivos en la vida de una persona.
En Colombia existe un amplia variedad de ritmos y géneros musicales; desde el pasillo y el bambuco de la Región Andina, la cumbia y el calipso en la Región Caribe hasta el currulao y el tigurandó en el Pacífico colombiano, expresiones ancestrales que comparten historias de cada rincón del país. Toda pieza musical está compuesta por tres elementos esenciales: el ritmo, parte dinámica y organizativa; la melodía, conformada por los momentos sucesivos que permiten reconocer una canción; y la armonía, cuya función de acompañamiento manifiesta los acordes y sus cadencias.
Le puede interesar: Grupo Putumayo, música para fortalecer la herencia indígena
Pero cuando se crea un fuerte vínculo con lo musical, así como lo han mantenido los pueblos originarios en todo el mundo, la estructura de las piezas deja de ser tan relevante y en cambio, pasan a ser primordiales las sensaciones que la música despierta en el ser humano.
Ante la modernidad y los cambios culturales que se han impuesto con el pasar de los años, en las zonas urbanas este vínculo se fortalece no en rituales con cantos y tambores, sino en espacios especiales para ello. Un ejemplo de ello es Casablanca Sevilla, un lugar emblemático ubicado en el municipio de Sevilla, Valle del Cauca, que desde hace más de 40 años se creó para ofrecer a sus visitantes la oportunidad de viajar en el tiempo conociendo sobre la música y su poder, especialmente sobre tangos y boleros.
Conservando el estilo y el romanticismo de los años 40’s y 50’s, sostiene en sus paredes una variedad de fotografías que evocan las voces que los asistentes pueden oír, así mismo, hace del café colombiano el complemento perfecto para que la visita al lugar sea inolvidable.
Por: Karina Porras Niño. Periodista – Editora.