Santuarios y basílicas menores en Colombia

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Santuarios y basílicas menores que tiene nuestro país son una muestra del fervor de la fe del pueblo, ya que estos lugares se han construido con el fin de honrar la presencia del Señor y de la Virgen María.

 

Por Luis David Parrado Traslaviña

Un estudio reciente del Vaticano ha demostrado que Colombia es el séptimo país con más católicos en el mundo (45, 3 millones de fieles)1. La historia de nuestro país ha ido caminando junto a la Iglesia Católica, prácticamente, en su totalidad. Y es que no resulta nada extraño que en la mayoría de los pueblos y ciudades del país sobresalga un templo católico como principal pieza arquitectónica, ya que, en la mayoría de estos, sus respectivas fundaciones tuvieron como respuesta inmediata la construcción del templo parroquial.

Sin embargo, algunos templos de nuestro país sobresalen sobre los otros, ya que estos poseen una historia particular que se ve enriquecida por milagros y manifestaciones del mismo Señor y de la santísima Virgen María. Estos templos reciben una cantidad enorme de fieles, especialmente los domingos y en Semana Santa, demostrando el fervor del pueblo colombiano por la fe católica. Por estos méritos, el Vaticano reconoce a estos templos como santuarios o como basílicas menores.

Así pues, nuestro país posee 6 templos (entre santuarios y basílicas menores) que son reconocidos nacional e internacionalmente. Quienes visitan estos templos suelen ser testigos de las maravillas del Señor, cumpliéndose sus palabras: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y se las has revelado a gente sencilla” (Lucas 10, 21). Estos templos son los siguientes2:

  • Basílica menor de nuestra señora del Rosario (Chiquinquirá, Boyacá)

Característica esencial del pueblo colombiano es su profunda piedad a la Madre de Dios. La patrona de Colombia es la Virgen del Rosario de Chiquinquirá cuya fiesta se celebra el 9 de julio. Chiquinquirá es un pueblo cercano a la ciudad de Bogotá.

Cuenta la tradición que, entre los primeros conquistadores del Nuevo Reino de Granada, Antonio de Santana, encomendero de los pueblos de Suta y Chiquinquirá, era especialmente devoto de la Virgen del Rosario. Por este motivo fabricó en el pueblo de Suta su dormitorio y pequeña capilla. Deseando poner en ella una imagen de la Madre de Dios, mandó pintar una imagen de Nuestra Señora del Rosario en una manta de algodón. Era la manta más ancha que larga y para que no quedasen en blanco los campos que quedaban a ambos lados de la Madre de Dios, mandó pintar a San Andrés Apóstol y a Santa Antonio de Padua uno a cada lado. Luego que recibió la imagen, acomodó el lienzo en un bastidor de madera y lo expuso en el altar de la capilla.

Pasaron algunos años y el desaseo y la humedad deterioraron el lienzo, que apareció roto por varias partes y la pintura estaba casi borrada. A la muerte de Don Antonio, su viuda, se trasladó a Chiquinquirá llevándose consigo el cuadro al que colocó en una capilla. Diez años más tarde vino a aquel lugar una piadosa mujer llamada María Ramos, cuñada del difunto Santana, quien reparó el cuadro y lo expuso en el mejor lugar de la capilla. Un viernes, 26 de diciembre de 1586, se disponía a salir de la capilla, cuando una india cristiana le llamó la atención hacia la imagen, que aparecía rodeada de vivos resplandores. Volvió el rostro María Ramos y fue grande su asombro al advertir la transformación que se había obrado en el lienzo, cuyos colores, antes tan borrosos y desteñidos, aparecían ahora vivos y claros.

  • Santuario de Nuestra Señora de las Lajas (Ipiales, Nariño)

Las más antiguas tradiciones dicen que, María Mueses de Quiñones, descendiente de los caciques de Potosí, viajaba a pie con su hija Rosa, sordomuda de nacimiento, cargada a la espalda. Al llegar a la cueva, donde está ahora la Virgen del Santuario, se sienta a descansar, baja a su hija de las espaldas, la niña comienza a trepar por entre las piedras, cuando María se da cuenta ya su hija Rosita está muy arriba y de pronto y ante el asombro de su madre le grita «Mamita, vea esta mestiza que se ha despeñado con un mesticito en los brazos y dos mestizos a los lados». María no puede creer, al mismo tiempo que siente inmensa alegría porque su hija ya está hablando, siente gran temor, vuelve a cargar a su hija y regresa a su casa en Potosí. Deja a Rosita allí y va apresuradamente a Ipiales, a la casa de sus patrones, los señores Torresano, a quienes contó la historia de su hija, ellos no le creyeron, e incluso hasta se burlaron de su sirvienta. Ella insistió todo lo que pudo para convencer a la familia Torresano.

Terminados sus relatos en la casa patronal, regresó a Potosí, al otro día, tan pronto apareció el sol tomó a su hija, totalmente sana y emprendió marcha hacia Ipiales. Al pasar por la cueva, la niña se suelta de la mano de su madre y grita «mamita, mamita, la mestiza me llama», María sigue a su hija y se encuentra frente a frente con la hermosísima imagen de Nuestra Señora del Rosario. Fuera de sí, de gozo y de temor, carga a Rosita a su espalda y hecha a correr hacia Ipiales, va nuevamente a la casa de los Torresano, quienes al comprobar la curación de la niña se dirigen inmediatamente a la casa cural para dialogar con el Párroco de San Pedro Mártir de Ipiales. Entre tantas idas y venidas, entre tantas preguntas y respuestas, ya serían las diez de la noche, cuando finalmente se resuelven a golpear las puertas de la Casa Cural. El padre Gabriel de Villafuerte se levanta presuroso, pensando que se trata de algún enfermo. Al mirar a toda la familia Torresano, junto con María y su hijita Rosa, los hace entrar al patio de su casa y les pregunta qué les sucede para venir a esas horas de la noche. Le piden a María que narre la historia y le preguntan a Rosita lo que ella vio. El señor cura párroco se torna muy serio.

A las cinco de la mañana, todavía era oscuro, con mechones y faroles se inicia la primera peregrinación de la historia hacia Las Lajas. Cuando el sol proyectaba las primeras luces de la mañana, llegan a la cueva de Las Lajas y, los ojos del señor cura y de los peregrinos no pueden creer lo que están viendo. Efectivamente allí estaba la imagen más hermosa que ellos hayan visto jamás. El padre Villafuerte cae de rodillas y con él todo el pueblo. Enseguida envía a traer lo necesario para celebrar la Santa Misa. Quienes fueron por las hostias, el vino y los ornamentos no regresaron solos, mucha gente venía con ellos portando velas, cirios y flores, rápidamente organizaron el altar para la celebración eucarística y comenzó así la primera misa en acción de gracias al buen Dios por la presencia de su Madre en estas tierras de Nariño para bendecir a Colombia y al mundo entero. Eran las doce del día del 15 de septiembre de 1754, fiesta del Santísimo Nombre de María.

El precioso santuario estilo gótico está edificado sobre el lugar del milagro en Guáitara, en los Andes colombianos, a 7 kms de la ciudad de Ipiales y 11 kms del puente de Rumichaca que une Colombia y Ecuador. Es un lugar de extraordinaria belleza escogido por la Madre para prodigar su amor.  La Basílica también es una obra preciosa edificada sobre la pendiente del río. La imagen se encuentra en el punto central sobre el altar.

  •  Santuario del Niño Jesús (Bogotá)

Una de las devociones más hermosas y extensas de los colombianos es la del Niño Jesús, honrado bajo el título del Divino Niño.  Esta devoción comienza en Colombia en el año 1907, primero entre los carmelitas y después en la Comunidad Salesiana. Fueron tantos los favores concedidos que los devotos agradecidos propagaron la devoción por todas partes.

El padre salesiano Juan del Rizzo llega a Barranquilla, Colombia, en 1914. Con gran esfuerzo se dedica a recaudar fondos para la construcción de un templo, pero no tiene éxito. Fue entonces que tuvo la inspiración de pedir a Nuestro Señor por los méritos de su infancia. Desde entonces el éxito del padre fue extraordinario y se convirtió en un gran devoto del Divino Niño, dedicando su vida a la propagación de la devoción.

Después de 13 años de ministerio en Barranquilla, el padre del Rizzo fue trasladado a Medellín, donde continuó su labor exhortando a todos a confiar en Jesús por los méritos de su infancia. En 1935 el padre del Rizzo fue trasladado a Bogotá y, providencialmente, se encontró allí con una preciosa imagen del Divino Niño.  Colocó el padre la imagen en unos terrenos baldíos del Barrio 20 de Julio de Bogotá. Desde allí evangelizaba y difundía la devoción al Divino Niño. Los milagros se multiplicaron: Curaciones, empleos, reconciliación de familias, protección de negocios, pero sobre todo muchas conversiones.

  • Basílica Menor del Señor de los Milagros (Buga, Valle del Cauca)

La antigua tradición es narrada por el Franciscano Fray Francisco G. Rodríguez, en la novena que publicó en 1819.

«Allá por el año 1580 Buga era un pequeño caserío, en Colombia. El río de Buga corría en aquel entonces por el sitio donde ahora está el templo del Señor de los Milagros. Al lado izquierdo del río había un ranchito de paja donde vivía una india anciana cuyo oficio era lavar ropa. Esta mujer era muy piadosa y estaba ahorrando y reuniendo dinero para comprarse un Santo Cristo y poder rezarle todos los días. Reunió 70 reales que era lo que necesitaba para comprarlo y traerlo desde Quito».

Precisamente el día en que la piadosa lavandera iba a llevar su dinero al señor Cura párroco para que le consiguiera la imagen, pasó por allí llorando un honrado padre de familia a quién iban a echar a la cárcel porque debía 70 reales y no tenía con qué pagarlos. La buena mujer se conmovió por esta tristeza de su vecino e inspirada por un pensamiento caritativo se propuso dejar para más tarde el conseguir su crucifijo, y le dio al pobre necesitado los 70 reales que tenía ahorrados. Aquel hombre lleno de alegría y de agradecimiento le deseó que Dios la bendijera y le ayudara mucho.

Unos días después, la anciana estaba lavando ropa en el río, cuando una ola colocó delante de ella un pequeño crucifijo de madera, que resultó para ella una joya más valiosa que todo el oro y la plata y las esmeraldas que le pudieran ofrecer. El crucifijo hallado de esta manera no podía haber pertenecido por allí cerca a ninguna otra persona, pues hacia arriba, a las orillas del río no vivía nadie. La feliz lavandera, llena de gozo se dirigió a su choza e improvisó allí un altarcito, sobre el cual colocó el santo Cristo que le había llegado de manera tan misteriosa, guardándolo cuidadosamente en una cajita de madera.

Una noche la anciana oyó golpecitos en el sitio donde guardaba la imagen y averiguando lo que pasaba se llevó una gran sorpresa al darse cuenta que el Santo Cristo y la cajita habían crecido notablemente, pero se imaginó que eso sería ilusión de sus ojos ya muy debilitados por la edad. Pero pocos días después advirtió que la imagen tenía ya cerca de un metro de estatura. Sorprendida por este milagro les avisó al Párroco y a los señores más importantes del pueblo, los cuales visitaron enseguida la habitación de la anciana y comprobaron por sus propios ojos la verdad de lo que ella les había contado, y que esta pobre mujer poseía un crucifijo de un tamaño muy difícil de conseguir por aquellos alrededores, y que ella no tenía ni dinero ni amistades para conseguir semejante imagen, y que por lo tanto la existencia de aquel crucifijo allí no se podía explicar naturalmente y que tenía que ser un milagro.

Pero lo maravilloso fue que la imagen al ser echada a las llamas empezó a sudar y a sudar tan copiosamente que los vecinos empapaban algodones con aquel sudor para llevarlos como reliquias y obtener curaciones. Este milagro fue comprobado y atestiguado con la gravedad de juramento por numerosas personas. Y al terminar el sudor, la Sagrada imagen se había vuelto mucho más hermosa de lo que estaba antes, y se le fue lo que anteriormente tenía de desagradable.

En la actualidad cientos de miles de personas acuden a lo largo del año al santuario del Señor de los Milagros de Buga, situado en el Valle del Cauca a pocos kilómetros de la ciudad de Santiago de Cali.

  • Santuario del Señor Caído de Monserrate (Bogotá)

Asentado en la cima del cerro, un hermoso Santuario preside y vigila tanto la ciudad capital como la sabana verde y apacible donde se encuentra situada. El Cerro de Monserrate es uno de los lugares más emblemáticos de Bogotá. Monserrate tiene una altitud de 3210 msnm.  En 1650 se construyó en la cima de esta montaña una ermita dedicada a la Virgen de Monserrat. Con el paso de los años, el lugar se hizo popular sitio de peregrinación por la hermosa y venerable imagen del «Santo Cristo Caído». Esta imagen fue esculpida en 1656 por Pedro de Lugo y Albarracín.

  • Santuario de María Auxiliadora (Sabaneta, Antioquia)

En la Arquidiócesis de Medellín, en el municipio de Sabaneta muy cerca a Medellín se encuentra un popular centro de peregrinación en donde se venera a la Virgen María, bajo la advocación de Auxiliadora. El padre Ramón Arcila Ramírez fue quién fomentó, hacia la década de los 60, entre sus feligreses la devoción por María Auxiliadora. Actualmente este templo se ha convertido en uno de los sitios de peregrinación más importantes de Colombia y fue consagrado como Santuario Mariano por la Arquidiócesis de Medellín en 1990.

1 Consulta de los países con más fieles católicos en el mundo

https://www.aciprensa.com/noticias/estos-son-los-10-paises-con-mas-catolicos-en-el-mundo-28753/

2 Consulta de los santuarios de Colombia

http://www.travelguias.net/TBS/Peregrinaciones/Santuarios-Colombianos

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