El conflicto por la estrechez de tierra, los efectos de la fumigación de cultivos, el desplazamiento forzoso, entre otros factores, han sido causantes de que un copioso número de miembros de la comunidad Misak tengan que migrar de sus territorios en el Cauca para intentar menguar un poco su situación económica.

La tierra no produce comida igual que antes y la comunidad Misak, que se sustentaba de sus siembras, no puede vender como acostumbraba, por lo que el sostenerse económicamente se ha vuelto renuente. “Los terrenos eran antes más amplios y el clima también era diferente”, expresan algunos miembros del pueblo indígena.

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Dado este contexto, muchos integrantes de esta comunidad han tenido que llegar a las grandes ciudades del país en busca de oportunidades para su comunidad, integrarse en las lógicas urbanas, estudiar, aprender a sobrevivir en nuevos contextos, luchar por conservar sus tradiciones y esperar el día en que la situación mejore para regresar a su amado terruño.

Es así como, desde hace más de 30 años miembros del pueblo indígena Misak han migrado a diferentes ciudades del país. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística – DANE, la población Misak que habita en zonas urbanas corresponde al 8,7% (1.840 personas).

Bogotá ha sido una de esas ciudades en que el pueblo Misak se ha asentado desde hace más de 30 años y Fontibón, la localidad en la que se ha recibido a la mayoría de sus miembros. En barrios como Kasandra, Chircales, Porvenir, Villa Andrea y Prado de la Alameda, se pueden ver a ‘los hijos del agua y la palabra’ como también se les conoce a los Misak.

La construcción de una Casa de Pensamiento Indígena

Tras muchos años de lucha, por el reconocimiento de su comunidad, en el 2010 se creó oficialmente su cabildo, con el fin de proteger las costumbres, la lengua y sus rituales sagrados. Después de la constitución del cabildo buscaron apoyo en varias entidades para construir la Casa de Pensamiento, y en 2014 finalmente la fundaron como Casa Intercultural ‘Shush Urek Kusreik Ya’. En donde 140 niños y niñas, entre 0 a 5 años, del pueblo Misak se benefician.

“Los niños aquí no viven como en el Cauca… ellos vivían muy encerrados y la única compañía que era la televisión, entonces obviamente que eso no es bueno para ellos”, dice Diana Tombé una maestra Misak, para explicar la razón de ser de la Casa Intercultural.

Entre las necesidades por propender este lugar estaba crear un espacio para la crianza de los niños, para que conozcan de su cultura inveterada, de su lengua, para que no pierdan sus raíces y, más importante, para establecer un espacio donde los Misak sean quienes relaten su historia y no los otros, como se ha dado a lo largo de la historia.

A través de esta Casa del Pensamiento los Misak han buscado otras narrativas de sí mismos, más fieles quizá a su experiencia, donde enmarcados en un contexto intercultural en la ciudad, les permite enseñar sobre ellos, en amalgama y sinergia con niños pertenecientes y no, de la comunidad.

Las maestras Misak luchan frente a la pérdida identitaria  

El papel de las maestras Misak, docentes técnicas de primaria, es realmente importante para este objetivo, puesto que gracias a ellas se fortalece y se concientiza sobre la importancia de la pérdida identitaria autóctona.

“Mantener las tradiciones ha sido complejo por los estándares que nos dicen que esto debe ser así, como apartAndo lo de nosotros, pero hacemos lo posible para que se vea lo nuestro”, reflexiona Patricia TUNUBALA, otra profesora Misak.

Y continúa: “Primero hablamos con los papás y unos ya ven la necesidad de que deben enseñar a sus hijos para que aprendan la lengua. Algunas mamás no lo saben, pero entonces ellas dicen que para eso estoy enviando a mi hijo a la Casa de Pensamiento, para que las maestras Misak le fortalezcamos y ayudemos a hablar la lengua materna, para que ellos no la pierdan. Pues aquí les hablamos a los niños en Nam trik, nuestra lengua, para que vayan entendiendo”.

Durante los años en que han estado los habitantes en Bogotá han temido que las nuevas generaciones de los Misak que crecen aquí, pierdan sus raíces en la interacción con la cultura citadina y la asimilación cultural, proceso necesario para sobrevivir en un contexto foráneo como en el que están inmersos.

“Hay familias Misak que vinieron jóvenes, de 18 años, que quieren trabajar para ellos y que ven cómo se visten ustedes y ven que parecerse a ustedes es bueno, entonces en el cabildo hacemos reuniones y encuentros con jóvenes para que ellos entiendan que lo que ellos están haciendo está mal hecho. Los jóvenes están entrando más a los de ustedes que a lo de nosotros”.

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El pueblo Misak está decidido a asentarse aquí hasta que el Gobierno no les ceda territorio y la urbanización no deje de afectar sus cultivos, pues la base de la economía Misak es la agricultura.

Siendo un pueblo agrícola, sus productos varían de acuerdo a la altitud; es así como en las zonas bajas cultivan maíz, mientras que en las partes altas se cultiva papa y cebolla. Sin embargo, ante la escasez de tierra padecida en los últimos tiempos, la práctica ha sido remplazada por la utilización de fertilizantes y abonos químicos que garanticen una mayor producción.

Mientras tanto, las maestras Misak se niegan a que su cultura decline y transmiten sus conocimientos, como sabedoras de su cultura, a todos los niños y niñas de su comunidad en Bogotá, e incluso dan lesiones a niños nacidos aquí para que aprendan de la rica y diversa cultura del país.

Las maestras Misak son las columnas y guardianas de toda una tradición y pueblo indígena que, mientras no resuelvan sus conflictos, seguirán transmitiendo su sabio dicho oral:

«nupirowan wetotrappe chitokopiwan kutike wetotramikkon”, que traduce “recuperar la tierra para recuperarlo todo”.

Por: Cristian Camilo Galicia. Periodista.
Editor: Lina María Serna. Periodista – Editora.

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