La estructura porosa del suelo es garantía de su fertilidad. Para comprender mejor esto, vamos a valernos de una comparación con el panal de abejas.

El panal de abejas está formado de celditas destinadas a varios fines, que sirven para guardar la miel, otras para guardar polen y propóleos, otras para las larvas, y otra, más grande, para alojar a la reina.

El panal es de cera, pero no es un bloque de cera, sino que tiene su estructura especial que sirve para la vida y producción de las abejas. Las abejas producen la miel y la cera que ellas elaboran con el néctar y el polen que toman de las flores. Al mismo tiempo aumentan las cosechas en los árboles frutales y en otras plantas por la polinización.

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Podemos manejar correctamente las abejas y obtener de ellas mejores cosechas mediante la colmena moderna. Una colonia de abejas es una familia numerosa, muy bien organizada. En cada colmena hay una reina, unos zánganos y miles de obreras. La reina es la mamá de toda la familia. Las abejas obreras son las trabajadoras de la colmena.

Consideremos ahora las estructuras del suelo, el suelo como el panal de las abejas, está formado también de celditas, mucho más pequeñas que las del panal. En esas celditas o poros del suelo hay aire, hay agua, hay organismos vivientes.

Allí viven los hongos y las bacterias, verdaderos cocineros del suelo en actividad incesante, preparando los alimentos que las plantas necesitan. Gracias a esa estructura granular, el suelo puede absorber el agua de la lluvia y chupar haca arriba el agua subterránea y aprovecharse de la humedad del aire.

La naturaleza granular del suelo (y aun ese color oscuro –color de miel que le es característico y que le permite absorber el calor del sol), sirve a las múltiples funciones del suelo como cuerpo viviente que es. Porque el suelo es esto: no lo olvidemos; un cuerpo viviente.

Nos referimos aquí a esa capa de suelo (capa vegetal) cuyo espesor varía entre treinta centímetros y un metro y en contadísimas zonas de gran fertilidad, dos y hasta tres metros. Esta capa de suelo se distingue muy bien en los taludes de los caminos, o al abrir un hoyo de cierta profundidad.

Allí claramente se diferencia el suelo de las demás capas, por su color oscuro y su estructura esponjosa. Lo que sigue de ahí para abajo es el subsuelo de color amarillento o rojizo, formado de cascajo, arcilla y arena.

La vida de las plantas y toda la producción agrícola depende de la calidad del suelo o capa vegetal, y esta calidad depende en gran parte de su estructura. El suelo contiene arcilla, pero no es compacto como la arcilla; y contiene arena, pero no es tan suelto y deleznable como la arena.

El vuelo es como tiene que ser, esponjoso como el buen pan. Ahora bien: esa estructura esponjosa y granular, lo mismo que el color oscuro, se lo da al suelo la materia orgánica: el humus, no puede tener la estructura que necesita, y, por consiguiente, no puede ser fértil.

¿Comprendemos entonces la importancia que la estructura y fertilidad el suelo tiene el abono orgánico?

¿Cómo aprovechar la materia orgánica?

El estiércol de los animales es quizá la materia orgánica más valiosa para el suelo; de aquí la importancia de aprovechar íntegramente esta riqueza.

El estiércol en la siembra

El estiércol que se deja a la intemperie es quemado y evaporado por el sol y lavado por la lluvia. No queda sino el bagazo. Por esto, la importancia del establo, de la porqueriza y el gallinero para recoger y aprovechar el abono de los animales.

Aprovechemos el abono de la vaca

En orden a la economía, la producción de abono de la vaca (si se sabe aprovechar aplicándolo adecuadamente al suelo) vale más, representa más, que lo que valen la leche y el ternero juntos. Una vaca produce al año entre 5 y 7 toneladas de abono.

La vaca en establo y el sistema indore

El mejor aprovechamiento del abono de la vaca, y en general de los animales, es el que nos brinda el Sistema Indore. Basta para esto con extender sobre el piso del establo un poco de hierbas o de paja (lo que se llama cama caliente), que deberá revolverse cada dos o tres días.

Por: Edición impresa de El Campesino.

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