Pérdida de superficie arbolada en Manizales por aumento en proceso de urbanización de las cuencas, peligro para la producción de agua.
Por: Katherine Vega
Una investigación titulada ‘La cuenca urbana como unidad territorial para la planificación del desarrollo sostenible en ciudades de media montaña del trópico andino’, señala que cerca del 40 por ciento de la superficie arbolada se ha perdido en el área urbana de Manizales.
Según cita la agencia de noticias de la Universidad Nacional, “para Manizales se proponen 15 cuencas urbanas para el ordenamiento sostenible de la ciudad, ellas son río Chinchiná, quebradas El Bosque, Alcancía Chisperos, La Calera, La Linda, Manizales-río Chinchiná, Manzanares-La Maruja, Minitas, San Luis, Los Caracoles, El Águila, El Tablazo, El Triunfo, La Francia, Menores y Olivares, las cuales permiten una búsqueda del equilibrio entre las estructuras construida, circulatoria, verde e hídrica de la ciudad”.
La investigación se basó en información recopilada en las estaciones meteorológicas administradas por el Instituto de Estudios Ambientales (IDEA), imágenes cartográficas del Laboratorio de Fotogrametría y algunas fotos aéreas de la ciudad. El análisis multitemporal del territorio se hizo desde 1851 hasta 2012, lo que permitió concluir que la reducción de la cobertura vegetal ha influido en la pérdida de los recursos hídricos.
“En la medida que hay más pérdida de bosque, el viento actúa más fácilmente y termina llevándose esos acuíferos aéreos, evaporando el agua y trasladándola hacia otros lugares, pues no existe la vegetación para retenerla”, le dijo el investigador Gustado Adolfo Agredo Cardona a la Agencia de Noticias UN.
La investigación tiene un gran valor para la ciudad de la Manizales porque brinda datos históricos sobre la transformación de la capital caldense, pero también, porque le da un contexto y advierte sobre las consecuencias de seguir aumentando las cuencas urbanas a los organismos de control y gestión de riesgo.
Que noticia tan interesante pero a la vez tan triste. Es la realidad de nuestras urbes modernas. Lo mismo pasa en tantas otras ciudades andinas colombianas.
Para todos los manizaleños la historia de nuestra región ha rescatado grandemente la idiosincracia y el desarrollo económico-social de una ciudad que hasta hace 167 años no era más que una «aldea encaramada» en la media montaña entre el nevado del Ruíz y el rio Cauca. Hoy, las selvas milenarias de las que hablaron tan vivamente los colonizadores y arrieros y que quedaron plasmadas en la más profunda estima de la pujanza del hombre contra la naturaleza, han dado paso a un ecosistema cada vez más gris, en el que el verde alegre de las montañas agrestes se trastorna en inequívoca muestra de desolación.