lunes, noviembre 4, 2024
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Parque Arqueológico San Agustín, memoria de un pueblo ancestral

#RutasCampesinas: En San Agustín, Huila se encuentra uno de los tesoros más antiguos del país. Se trata de un escenario natural que conserva la visión cosmológica de los pueblos que habitaron este territorio hace más de 200 años.

Al sur del departamento del Huila cerca del macizo colombiano, se encuentra ubicado uno de los más importantes espacios arqueológicos de Colombia, el Parque Arqueológico de San Agustín. Este parque fue fundado en noviembre de 1935 y está en la cuenca del Río Magdalena, en la parte más alta donde las aguas fluyen en caudal por el mismo río con 220 kilómetros de distancia de Neiva, y 533 kilómetros de Bogotá.

En el parque habitan más de 150 estatuas hechas en piedra, y tumbas que durante la conquista española se construyeron. El libro las Maravillas de la Naturaleza de Juan de Santa Gertrudis, cuenta que es un lugar funerario, con vestigios arqueológicos en las 78 hectáreas; donde una civilización desconocida habitó hace más de 200 años.

Un pueblo cuyo pensamiento sobre la muerte  se relacionaba con un viaje que permitía trascender a la otra vida, así que se preparaban para morir y a sus tumbas llevaban vasijas, piezas de oro y herramientas que les servirían al momento de trascender. 

Trabajaban la cerámica con vasijas utilizadas de forma cotidiana y ceremonial, la madera para los utensilios de cocina, y conocieron la orfebrería, arte de fabricar objetos de oro, plata u otros metales. Artefactos de gran calidad que años después fueron donados al Museo del Oro de Bogotá. 

Al llegar al parque, el recorrido para atravesar este patrimonio cultural, es de 5 kilómetros, oscilando entre las tres y cuatro horas de caminata que va acompañada del cantar de los pájaros, el sol picante y una brisa alentadora. Empieza por el Museo Arqueológico ubicado en la casa de administración con interior oscuro y paredes que lo dividen en dos secciones. 

En la primera parte hay vitrinas de vidrio con piezas pequeñas de estatuas, tasas de madera y cerámicas hechas por los indígenas, y herramientas que fueron usadas para hacer el estatuario. Y en la segunda parte, hay una especie de barrica con el ancho de un tronco de árbol, vitrinas con más estatuas y unas en el fondo más grandes que otras. 

A la salida del Museo se encuentran en una pared las fotografías de las tumbas de piedra; y las lajas de colores (tabletas de piedras planas ligeramente rocosas) de los viajeros del Magdalena y de los campesinos que habitaron luego de las excavaciones y descubrimiento de las estatuas.

Al caminar por el sendero de piedras rodeado de árboles, según cuenta Olga Lucía Silva, guía independiente del Alto de Magdalena, especializada en la cultura megalítica;  este conduce a las tres mesetas A, B y C donde los indígenas plasmaron en las esculturas a los animales que les daban poder y conocimiento.

Más abajo, el camino conduce a la fuente ceremonial del Lavapatas, un lugar que según el estudio del Instituto Colombiano de Antropología e Historia – ICANH,  cuenta con una fuente  hecha sobre una toba volcánica, y un tallado escultórico sobre sí que permite definir el sentido y flujo de los canales de agua. Esta pequeña cascada es el escenario donde se  inmortalizaron con gran detalle y técnica 34 figuras humanas y animales.

Aquí, se dedicaban ritos de baños espirituales con plantas para la sanación y adoración de la vida, ya que el agua representaba esa fuente de vida; al igual que las serpientes y salamandras. Razón por la que es uno de los espacios más importantes del parque, pues aquí se centraba toda la magia.

En otro espacio del parque, específicamente en la parte central se puede apreciar el bosque de las estatuas, que enmarcan el templo del varón o los montículos  donde se hacía alusión a la muerte. Así mismo, se reconocen  esculturas femeninas con el abdomen abultado, piernas dobladas y una línea de cesárea, que representa a las mujeres en estado de embarazo; y en su dentadura los colmillos tallados o no como forma de conocimiento. 

Olga Lucía Silva afirma que “toda la existencia durante siglos tiene un sentir especial, dejando un legado cultural en las obras de arte, una necrópolis que es una historia que pasa año a año por miles de personas y sigue existiendo en la comunidad Agustiniana, rindiendo culto al hombre, su relación con las plantas y animales que eran el poder para los indígenas.”

 

Por: Amy Valentina Collazos Vargas. Periodista.

Editor: Karina Porras Niño. Periodista – Editora. 












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