Hidroituango surgió con el auge de los megaproyectos hidroeléctricos, en el contexto de la crisis energética mundial. Colombia, por sus condiciones naturales, se presentó como un país con con enorme potencial para la generación de energía hidroeléctrica y estos proyectos “de desarrollo” se extendieron por todo el territorio nacional.
Hidroituango se concretó en 2010, a partir de una sociedad entre el Departamento de Antioquia y Empresas Públicas de Medellín. Se encuentra en territorio de los municipios de Briceño, Ituango y Toledo, sobre el río Cauca, en una zona de disputa entre la guerrilla y los paramilitares.
Sus cifras son impactantes. La central exigió una inversión de $11.4 billones y el trabajo de 11.400 personas. Cuando esté funcionando, podrá producir el 17% de la energía de Colombia, a partir de un espejo de agua de más de 72 kilómetros de largo.
Las sombras de la megaobra: los pasivos sociales y ambientales
Al igual que otras megaobras, Hidroituango se presentó a la comunidad como una fuente de oportunidades de desarrollo económico. No obstante, en los hechos se tradujo en impactos sociales y ambientales con costos irreversibles para las comunidades que se encuentran en su área de influencia.
En efecto, los megaproyectos son uno de los principales causantes de violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos en Colombia. Desplazamiento, persecución, estigmatización, asesinato de líderes sociales, despojo, criminalización de protestas pacíficas, entre otros, son fenómenos corrientes en estas actividades e Hidroituango no es la excepción.
La dimensión real de la tragedia aún no fue determinada. Solo en el mes de mayo fueron asesinados dos reconocidos líderes, en un contexto de marchas e inconformidad. Desde el momento de su construcción, casi 500 familias han sido desalojadas de sus territorios sin garantías de reubicación. Por la crisis reciente, el temor a una avalancha desplazó a 45 familias de Ituango, 15 de Toledo y 25 de Sabanalarga, que se encuentran en refugios temporales.
Además, se han ocasionado daños irreversibles en la naturaleza. La obra ha ocasionado la tala de 4.500 hectáreas de bosque seco tropical, afectando diferentes especies de flora y fauna. La guacamaya verde, el oso perezoso, la rana venenoso, entre muchos otras especies, se encuentran en grave riesgo por la destrucción de su hábitat natural.
El pico de la vergüenza: violaciones a la memoria histórica y el derecho al duelo
Hidroituango también representa una afectación a la memoria de cientos de víctimas, con la inundación de zonas en donde se encuentran los cuerpos de personas desaparecidas en el marco del conflicto armado.
El tema llegó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que solicitó al Estado colombiano que habilitara instancias de diálogo con las comunidades para garantizar la búsqueda de desaparecidos en fosas comunes. No obstante, la solicitud llegó tarde, y el agua avanzó a raíz del crecimiento del río Cauca, violando la memoria de los muertos, el derecho al duelo y revictimizando a sus familias.
A modo de reflexión
A pesar de que el proyecto se inició bajo la promesa de energía limpia y de desarrollo, la construcción de la represa ha generado una crisis social y un desastre ambiental sin precedentes.
La lógica de un modelo energético excluyente lleva a la construcción de megaproyectos que, en nombre del progreso, se imponen sobre la visión de progreso de las comunidades locales, y la rentabilidad prima sobre las culturas tradicionales y ancestrales.
En ese contexto, urge reorientar la matriz energética y tomar medidas que permitan el diálogo y la concertación con las comunidades locales, para promover un desarrollo auténticamente humano y sostenible.
De esa forma, los llamados «proyectos de desarrollo» no se transformarán en tragedias largamente anunciadas.
Por: Mariana Córdoba – ACPO.