El 20 de agosto de 2018, una niña sueca llamó la atención del mundo sobre el cambio climático al sentarse frente al Parlamento sueco con una pancarta que decía ”Skolstrejk för klimatet” (huelga escolar por el clima).
Greta Thunberg nació en Suecia el 3 de enero de 2003. Eso es lo impactante, que es una adolescente de un país desarrollado, que podría, y seguramente sea así, tenerlo todo desde el punto de vista material, la que ha conseguido lo que cientos de científicos vienen denunciado desde hace años con sus análisis y predicciones: poner el foco de atención de la sociedad civil mundial sobre el peligro del cambio climático.
Pero ella sabe que hay algo que no puede tener sin las acciones conjuntas y decididas de quienes le critican y quienes la respaldan, no tiene un futuro. Ni ella ni nadie. No es un asunto de intereses personales, en un tema de alcance planetario que afecta a toda la humanidad. El planeta se acaba.
Rebelde, inquieta, poco sociable debido al síndrome de Asperger que padece, y que ella considera un regalo, me recuerda en parte a aquella Pipi Calzaslargas, el personaje creado por la escritora sueca Astrid Lindgren en 1945.
Greta es una pipi del siglo XXI, una niña que desde su silencio no se calla y que, como la joven sueca pecosa de trenzas y medias largas, no se pliega a lo establecido, que cree en los ideales, aunque sus mayores, sobre todo los políticos, hagan todo lo posible para que no existan, y a la que muchos sectores quieren enmudecer. Greta, al contrario que Pipi, no vive en la fantasía sino en la cruda realidad de un mundo que está en una crisis climática terminal.
Hace un año que Thunberg dio inicio a la “huelga escolar por el clima”, una propuesta novedosa entre tantas acciones para luchar contra el cambio climático que la mayor parte de las veces se han mostrado inútiles. Greta ha institucionalizado “los viernes, huelga”, y no precisamente al sol sino no asistiendo a clase.
Lleva desde entonces protestando frente al Parlamento sueco en contra del cambio climático con una iniciativa denominada “Friday´s for future”. Campaña que tuvo su punto más álgido el 15 de marzo de 2019, con una nueva oleada de huelgas de estudiantes en más de 1.000 ciudades de 89 países en un viernes histórico por el clima.
Sus propuestas son una manera de desobediencia civil, en línea con lo que planteó en su día H.D. Thoreau, y que después han seguido muchos otros movimientos y personas desde Gandhi a Luther King pasando por Nelson Mandela. Para Greta, nuestra casa está ardiendo, y no es solamente el hogar de esta niña, su hermana y su madre y padre, es la casa de toda la humanidad. Es el planeta el que está ardiendo, hasta el Ártico está en llamas (tal como avisa Naciones Unidas en sus noticias).
No la utilicen como figura para echar balones fuera en tema del clima, ella no es más que una joven preocupada por el mundo, el suyo y el de los demás. No la usen como ejemplo si no entienden todo lo que hay detrás de su protesta. No la pongan de parapeto para seguir destruyendo el planeta mientras hablan de esperanza.
Ella es solamente Greta y ha recogido y hecho visible lo que científicos, organizaciones y algunos políticos comprometidos llevan años anunciando: la Tierra se muere y el tiempo se acaba. Y todo ello es culpa de la acción humana.
El libro No One is Too Small to Make a Difference (Nadie es demasiado pequeño para marcar la diferencia), recoge once discursos de esta joven que, con un lenguaje claro y directo, sacan a la luz las miserias del mundo respecto a la crisis del cambio climático. Precisamente por no reconocer que es eso: una crisis. Ella solamente quiere una cosa: que entremos en pánico. Sí, como cuando se produce un incendio. Ya que cree que solamente ese miedo nos haría actuar como la situación exige.
En estos últimos doce meses ha estado frente a instituciones y políticos de todo el mundo. Sus consecuentes palabras se han oído en el Consejo Económico y Social de la Unión Europea, en el Foro de Davos, en la reunión del COP24, en el Parlamento británico o en las charlas TED (Technology, Entertainment, Design) en Estocolmo.
Ella quiere que la gente común actúe para limpiar el desastre que han hecho los políticos, que “han malgastado décadas con su negación e inactividad”.
En su calendario tiene una de las convocatorias previsiblemente más masivas de la historia: la huelga por el clima del próximo mes de septiembre. Una invitación a que paremos toda actividad para gritar a favor del clima y en contra de ese cambio que nos lleva al desastre. Será una huelga mundial por el planeta en la semana del 20 al 27 de septiembre de este año.
Greta quiere que tomemos conciencia de que lo que tenemos delante no es una noticia más alimentada de hechos y cifras, sino una crisis en toda regla que amerita tratarla como tal, con medidas drásticas y urgentes.
Cambiemos el mundo, hagamos huelga por el clima, pero no nos quedemos ahí. No es suficiente, hay que seguir luchando contra la injusticia social y la desigualdad que nos mata.
Por: Ignacio «Iñaki» Chaves – Consejo Editorial El Campesino.