Eran las cinco de la mañana. A pesar del frío, teníamos que salir antes de la madrugada para evitar el pico y placa y recoger por el camino a quienes iríamos a Nemocón a la Casa del abuelo. Allí nos encontraríamos con unos 25 abuelitos y abuelitas dispuestos a sentarse con nosotros para estudiar y evaluar la primera lección electrónica de MI ESCUELA, el método de alfabetización y la aplicación digital que estamos empeñados en desarrollar desde hace dos años, para enfrentar el grave problema del analfabetismo en Colombia y en América Latina.
Cuando llegamos al pueblo, ya eran las 7:30 am y, aunque sabíamos que la entrada del público comenzaba una hora después, teníamos la esperanza de que alguien nos abriera la puerta de la Casa del abuelo. Queríamos arreglar con anticipación el salón y ubicar las mesas donde se reunirían los adultos mayores con los que haríamos la prueba. Una pareja de viejitos adorables, sonrientes y conversadores, estaban sentados en el quicio del viejo portal de la casa, cada uno con un pocillo de tinto en la mano, tratando de calentarse en la fría mañana de ese viernes. Ella estaba envuelta en su pañolón y él se abrigaba con una chaqueta acolchada.
La Casa del abuelo es una vieja construcción de estilo colonial con zaguán delantero que desemboca en un amplio patio central sin cubrir, con siete cuartos en su contorno. En cada cuarto se han acondicionado algunas de las oficinas de la Secretaría de Bienestar Social del municipio. Por su tamaño y doble patio, podemos deducir que fue una casa señorial llena de historias sin contar.
Mientras esperábamos que llegara alguien para abrirnos la puerta, me presenté a los abuelos y me puse a conversar con ellos:
– ¿Quiénes son ustedes?
– Yo soy Luis Arturo, para servirle, “sumercé”, y ella es Asunción, mi esposa.
– Y ¿qué hacen aquí desde tan temprano?
– Desde hace dos años venimos a clase todos los viernes. Siempre somos los primeros ¡Es para coger buen puesto! Y con una sonrisa de complicidad y picardía, me mostró su escasa dentadura.
– ¿Qué hay aquí todos los viernes?
– Es la clase de alfabetización, para aprender las matemáticas, a leer y escribir.
– ¿Y a esta edad, aún piensas que se puede aprender?
– Pues sí. Aprender es importante, para que no lo estafen a uno los pícaros. Yo quiero poder leer el periódico y saber qué dicen los políticos. Toda la vida tuve que trabajar en el campo, no pude ir a la escuela y no pude aprender. Ahora que puedo, aunque tengo 75 años, me gusta encontrarme aquí con todos los amigos que también quieren aprender. Y la profesora nos tiene paciencia.
– ¿Cuántos años tenías cuando dejaste de ir a la escuela?
– Como siete u ocho años. Cuando apenas estábamos aprendiendo a leer y escribir.
– ¿Y por qué no volviste a la escuela?
– Es que en ese tiempo mi papá me decía que yo tenía que ir con él a cultivar la comida para la casa. “Primero trabaja y come, después estudia”. Un día que quise ir a la escuela en vez de irme para el sembrado, mi papá me mandó una pala y casi me da en la cabeza y me tocó obedecer. Después, seguí trabajando y no volví a la escuela.
– ¿Tu papá te mandó una pala por querer estudiar?
– Y si no me quito, no estaría contando el cuento. Así eran las cosas con él.
– ¿Y ustedes, desde cuándo están casados, Asunción?
– Ya llevamos 55 años juntos. Los celebramos el día de la Asunción. Él tenía 20 y yo 18 cuando nos juntamos; un tiempo después nos casamos y aquí estamos.
– ¿Y tampoco fuiste a la escuela?
– Es que en el campo, en ese tiempo, las niñas no iban a la escuela. Nos quedábamos en la casa cocinando, lavando, barriendo, planchando y ayudando a sembrar o a recolectar. Los hombres podían ir a la escuela, pero nosotras no. Yo sí quise ir, pero bueno, ahora con Luis que tenemos tiempo y ya no podemos trabajar, pues ¡quiero aprender!
– ¿Cuántos hijos tuvieron?
– Tuvimos 3, dos niñas y un muchacho. Los tres son estudiados y están casados y trabajando.
Y, como en un ritual bien ensayado, ambos bebieron un buen sorbo de café y me miraron sonrientes, esperando un comentario. Me quedé mirando a estos añosos alumnos deseosos de aprender y se me asomó una sonrisa y un respetuoso gesto de admiración para estos dos esposos que, por 55 años, ya habían recorrido juntos muchos caminos.
Ahora ellos estaban ahí, sentados en el pórtico de la casa, esperando que la puerta se abriera para asistir con ilusión a su clase de los viernes, con una maestra que les guiaba pacientemente por los vericuetos de las letras y los números, tratando de explicarles por qué la r y la a siempre suenan ra, cuando están juntas, como en un viejo y hermoso matrimonio, igual al de ellos.
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De acuerdo con los ajustes hechos a los datos del censo del DANE, la población colombiana en el año 2019 era de 50.374.000 habitantes, 24.713.193 hombres y 25.626.250 mujeres. El 5% de los hombres y mujeres mayores de 15 años aún son analfabetas, con un 12% de analfabetismo en el sector rural. Además de los casi dos millones y medio de colombianos que no saben leer y escribir, se calcula también que hay unos siete millones de habitantes que están en el grupo de analfabetas funcionales y que están marginados de los beneficios sociales y culturales de la sociedad, sobreviviendo en la informalidad, desempleados o desempeñando trabajos mal remunerados.
Para ellos y para los más de 30 millones de analfabetas de América Latina, Acción Cultural Popular con su tradición y experiencia educativa, UNIMINUTO y TETRACTO, han unido sus capacidades y experiencias para desarrollar “MI ESCUELA”, un innovador método de alfabetización, integrado en una aplicación digital interactiva y que estará disponible en plataformas digitales.
MI ESCUELA será una alternativa que permitirá a quienes han estado privados de la oportunidad de aprender a leer, escribir y contar, salir de la marginalidad, disfrutar de los beneficios de la cultura y tener herramientas que les permitan añadir dignidad a su vida y cumplir su derecho a la educación.
En este año, cuando esperamos superar los duros retos que nos ha impuesto la pandemia, queremos ofrecer a Colombia los avances de este método que aprovecha en pleno siglo XXI, los avances tecnológicos disponibles. Contamos para ello con el aporte de muchos, a quienes desde hoy, estamos llevando este mensaje.
MI ESCUELA puede ser una solución a un problema de analfabetismo olvidado y casi escondido en medio de la pandemia, las discusiones sociales y políticas y la nueva lucha por el poder que ya comienza a vivir nuestro país. Muchos colombianos marginados y olvidados, como Luis Arturo y Asunción y como los millones más jóvenes que ellos, justifican nuestro esfuerzo y dan sentido a nuestra iniciativa.
*Esta nota periodística no representa la postura de Acción Cultural Popular – ACPO organización dueña de la marca registrada Periódico El Campesino y elcampesino.co. Con ello, tampoco compromete a la organización ni al periódico en los análisis realizados, las cifras retomadas, los entrevistados que aparecen, entre otros.
Por: Bernardo Nieto Sotomayor. Equipo Editorial Periódico El Campesino.