Opinión: Las alas de la democracia

Históricamente, las grandes brechas entre el campo y la ciudad han sido el acceso al conocimiento, a la educación, a la formación. Esto implica, como el águila de nuestra historia, que la sociedad civil rural, no es consciente de su potencial y de su importancia.

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Foto por: Acción Cultural Popular - ACPO.

Cuentan que un joven paseando un día por el bosque encontró un polluelo en el suelo. No reconoció el tipo de ave, dado que este pequeño ser no tenía plumaje y era imposible reconocer de que especie se trataba. El joven, sin ninguna duda y viéndole tan desamparado al pobre animal, lo recogió del suelo y lo llevó a su casa. Lo alimentó, y el ave empezó a crecer fuerte, y en su piel sonrosada, le empezaron a crecer plumas, primero dispersas, pero luego se convirtió en un hermoso plumaje que identificaba claramente de que animal se trataba.

El joven vio que el polluelo que había recogido hacía unos meses se estaba convirtiendo en una majestuosa ave. El animal siguió creciendo, pero el joven vio que el pájaro no podía alzar el vuelo, que a pesar de tener unas hermosas alas cada vez más fuertes, él no podía volar.

Preocupado el chico pensó en ayudar al animal a aprender a volar, pero no sabía cómo, lanzaba al ave desde alturas pequeñas pero el polluelo no extendía las alas. El chico, preguntándose que había hecho mal empezó a aceptar que el animal nunca podría volar; pero un día la pequeña ave se vio reflejada en un charco de agua y se dio cuenta que era una hermosa águila; vio sus plumas, sus alas, y empezó a aletear, y con el impulso logró elevarse del suelo, primero unos centímetros, y finalmente se alzó a una considerable altura.

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Pronto el animal, fue volando cada vez a más altura y mayores distancias, aprendió a cazar y valerse por sí misma hasta que un día en uno de sus vuelos ya no regresó. El joven, aunque apenado por la pérdida de su compañero emplumado, comprendió que el animal se dio cuenta de su fuerza, de su naturaleza, en definitiva, de lo que era y comprendió que tenía que ser autosuficiente y vivir libremente como el águila majestuosa que era.

Esta pequeña metáfora evidencia la importancia de que la sociedad civil sea consciente de su fuerza y potencial, como es el caso del águila que simboliza la libertad. La democracia no es posible si la sociedad civil no es consciente del rol que juega en el proceso democrático.

Una sociedad civil consciente de su responsabilidad, puede exigir a las instituciones del estado el cumplimiento en la protección de los derechos, revindicar sus libertades, y participar activamente en política para que sus necesidades sean escuchadas en la agenda pública de los Gobiernos. Por el contrario, una sociedad civil amordazada, sometida, que “no alza el vuelo”, implica que nadie somete al Gobierno a la rendición de cuentas, nadie exige a las instituciones públicas su cumplimiento en velar por la protección de los Derechos y Libertades de la sociedad; mejor dicho, una democracia sin sociedad civil, no es democracia.

En este sentido, la importancia de fortalecer la sociedad civil en las zonas rurales. Históricamente, las grandes brechas entre el campo y la ciudad han sido el acceso al conocimiento, a la educación, a la formación. Esto implica, como el águila de nuestra historia, que la sociedad civil rural, no es consciente de su potencial, de su importancia en reivindicar sus derechos, porque simplemente no sabe como ejercer este papel como sociedad civil.

Además, encontramos el agravante, que las grandes diferencias en las zonas rurales respecto a las urbanas, viene orientadas a la falta de lo que se denominan Bienes Públicos Universales como la salud, la seguridad, la igualdad, la educación, etc.; donde los habitantes rurales sufren las falencias en servicios públicos por el olvido, intencionado o no, del Estado en proveer estos temas, que por otro lado son derechos reconocidos jurídicamente.

El fomentar una ciudadanía rural a través del fortalecimiento de valores democráticos, permite que la sociedad civil rural “abra sus alas de libertad”, esté presente en la democracia, y sobre todo haga valer sus derechos a través de la libertad de expresión, influenciando e influyendo las decisiones políticas que le atañen. Si la sociedad civil rural se encuentra amordazada, es como el ave de nuestro cuento, no es capaz de valerse por sí misma, y su destino estará en manos de quién gobierna, que no se sentirá responsable y no cumplirá con sus obligaciones.

Por todo ello, la sociedad civil rural debe ser como ese polluelo de águila que crece, se hace fuerte, se nutre, para un día darse cuenta de que tiene alas para volar, para ser libre y autosuficiente, y que no necesita que nadie le controle su vida; al contrario, se empoderá para reivindicar lo que es suyo, lo que es inherente a su naturaleza, sus derechos como personas, el vivir dignamente, y el ser valedor de tener a su disposición los bienes y servicios públicos necesarios para que esto sea posible.

Consecuentemente, y debido a una cuestión de equidad, la sociedad civil rural, necesita apoyo, acompañamiento para que este proceso sea posible. Nuestro proyecto de Valores Cívicos y Democráticos, financiado por la Embajada de Bélgica y llevado a cabo por la Registradoría Nacional del Estado Civil, el Centro de Estudios en Democracia y Asuntos Electorales, y Acción Cultural Popular ACPO, está dando a la sociedad civil rural, las herramientas necesarias, para fortalecer los valores y principios democráticos que permiten empoderar a las personas para que creen una sociedad civil sana en el medio rural, trabajando desde las más tempranas edades hasta los líderes comunitarios, docentes y comunidad rural en general.

Tras 3 años de intervención, y con motivo de la efeméride de la democracia, podemos sentirnos orgullosos, que muchas personas se han dado cuenta de que cuentan con sus “alas de libertad”, y aunque sigan existiendo esas diferencias dramáticas entre la ciudad y el campo, ellos son conscientes de que pueden exigir sus derechos y que los entes públicos deben responder ante sus necesidades, y rendir cuentas de sus actos, porque ante ellos existe una sociedad civil activa, comprometida con la sociedad y con el desarrollo de sus comunidades.

Sabemos que el proceso no es sencillo, como el águila, necesita un tiempo para que poco a poco sus alas se acostumbren a “volar en libertad”, pero de esta manera, con el ejercicio público, social y político, la sociedad civil se fortalece, se empodera, y se da cuenta de su potencial y sus capacidades para decidir por su futuro.

Esperemos que ese futuro sigua propiciando que la sociedad civil siga creciendo y siendo más consciente de su importancia, y que la sociedad y las comunidades rurales, cada vez tengan un papel más importante en el sistema democrático para que finalmente el Gobierno sea consciente de que es responsable del desarrollo social, económico y humano del campo, y de las prioridades que son necesarias cubrir de manera inmediata para que esto sea posible.

Por: Carlos Ruiz Sanz. Equipo Editorial El Campesino.

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