Para muchos la Navidad es el tiempo más alegre del año, cuando las familias se reúnen para celebrar la llegada del Niño Dios con canciones, regalos, rezos y comidas. Brotan sentimientos de unión, de perdón, de esperanza y, también, de cierta nostalgia. El amor tiene multitud de rostros y casi todos ellos aparecen en Navidad.

A pesar de las luchas y momentos duros del año, parece que sacamos a relucir lo mejor de nosotros para permitirnos un momento de espiritualidad y mirar hacia el cielo en donde, casi con seguridad, se esconde el mundo mejor que todos esperamos. Las ciudades, pueblos y las casas campesinas brillan con luces artificiales. El ingenio y la creatividad decoran nuevamente calles, parques y árboles solitarios que parecen renacer con luces prestadas.

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Para muchos otros, dolorosamente, el final del año y la navidad representan duros momentos de soledad, de amargura, de sueños e ilusiones incumplidos, de pobreza y de falta de trabajo.

En muchas regiones campesinas a lo largo y ancho del país, la violencia se llevó a un ser querido. La muerte irrumpió arrebatando a un familiar, al padre, la madre, un hijo, un hermano, y se llevó la alegría. Allí la esperanza suena como palabra vacía y la tristeza se apodera de los corazones.

Quiero pensar en lo que será la Navidad en las familias de los líderes y defensores de derechos humanos asesinados en nuestro país. Ellos tenían su fe puesta en la dignidad de sus hermanos. Hoy miro su esforzada persistencia por defender la justicia, por ponerse del lado de los más débiles, aun a costa de su tranquilidad, de su seguridad y de su vida.

Son héroes indígenas y campesinos del norte del Cauca, del Catatumbo, de los llanos orientales, de Cimitarra, Ocaña, de Caquetá, del Urabá y de Córdoba y de muchos otros lugares del país, desprotegidos y a merced de violentos enceguecidos por la ambición, el odio o el dinero.

Las estadísticas oficiales de líderes asesinados son diferentes y no coinciden con las de instituciones como la Defensoría del Pueblo. Me pregunto cuál es el interés o el error que no las hace coincidir y cuál es la defensa real otorgada por el Estado a estas víctimas de grupos armados interesados en callar las voces de quienes claman justicia y reclaman sus derechos.

Su voz navideña se une a la de los ángeles que piden “Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. Sólo que su paz sigue siendo efímera y ajena. Efímera, porque no duró y no fue verdad y ajena porque no es de ellos y los que los aman y amaron hoy están solos, indefensos y llenos de dolor.

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El Jesús que vino a la tierra a sanar corazones, a limpiar y allanar los caminos, a brindar justicia a los oprimidos y consuelo a los afligidos, sigue motivando la fe de los que aún esperan una eterna y feliz navidad. Frente al gozo que nos trae la Navidad, me pregunto: ¿Cómo es y qué sentido tiene la navidad para los violentos, los corruptos, los delincuentes y asesinos de sus hermanos?

Desde estas líneas sólo deseo que quienes tienen la responsabilidad de proteger a quienes claman justicia y vida, muestren la verdad de sus intenciones y conviertan en hechos lo que dicen sus palabras, muchas veces vacías y sin sentido.

Feliz Navidad para todos los campesinos de mi patria y que en 2019 sigamos empeñados en lograr una vida digna para todos, concorde con la justicia, la equidad y la paz que mucho necesitamos.

Por: Bernardo Nieto Sotomayor. Equipo Editorial Periódico El Campesino.

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