Gracias a ti, al Jesús, por tu mestizaje fruto de la circunspecta meseta castellana y la abierta sabana bogotana. Por sentir ese escalofrío epistemológico que te llevó a pensar que había que cambiar el lugar desde el que nos hacemos las preguntas.
Por mezclar tu alma filosófica con tu corazón comunicador, por tus palabras y tus acciones, por meterle país a la universidad. Por tus cartografías nocturnas para construir sentidos.
Por ser ese guerrero que nos invitó a soñar, o sea a reinventar el mundo y la vida, por tu poesía crecida al frío de las cartillas de racionamiento y al calor de tu madre.
Por haber clavado los cordeles de tu tienda, junto a Elvira, en las tierras colombianas, por enseñarnos que el amor es el revés del tiempo. Por tus collages viajeros y sus historias, desde Benjamin a Ricoeur, anclados en tu estudio.
Por preguntarnos ¿A qué sabe algo que tiene el sabor de muchos años?
Por todas tus mediaciones que han articulado tanto y han influido a tantas y tantos, por todo lo que nos has enseñado en tu fructífero y machadiano caminar. Por devolverme “un chorro de luz latinoamericana” para que trazara “caminos sobre la mar”.
Por respaldarme, por trabajar conmigo, por prologar mi libro…Por estar ahí, por ser un MAESTRO, por ser un AMIGO.
Gracias, sin más y sin punto final. Hasta siempre, el Jesús.
*Esta nota periodística no representa la postura de Acción Cultural Popular – ACPO organización dueña de la marca registrada Periódico El Campesino y elcampesino.co. Con ello, tampoco compromete a la organización ni al periódico en los análisis realizados, las cifras retomadas, los entrevistados que aparecen, entre otros.
Por: Ignacio «Iñaki» Chaves – Consejo Editorial El Campesino.