sábado, noviembre 9, 2024
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#Opinión: Alfabetor, las letras y la distancia en la vida campesina colombiana

"Era necesario aprender a leer y a escribir, para poderse comunicar con su núcleo familiar y con todo aquello que había quedado en la distancia", dice Diana Paola Guzmán en su columna de opinión.

Polo y Lola son dos campesinos que tienen que dejar sus tierras por causa de la violencia, antes de irse de su terruño aprendieron a escribir de urgencia para poder comunicarse con sus seres queridos. Polo y Lola llegan a una gran ciudad donde el asfalto parece comerse la poca humanidad que les queda a los pobladores de la urbe, consiguen trabajo, se sienten extraños en una selva gris que no se parece en nada al verde que dejaron atrás.

Polo y Lola escriben cartas contándoles a sus familiares que la ciudad es fría, pero que se sienten tranquilos, todos sabemos que mienten. Polo y Lola son dos personajes creados por José Osorio Gallego, un labriego paisa que se despertó un día convertido en un obrero analfabeta que había aprendido a obedecer. Osorio Gallego se cansó y decidió alfabetizarse, estudiar, marchó a la ciudad y se convirtió en profesor.

A diferencia de Polo y Lola, el nuevo profesor si pudo regresar a su terruño y se inventó la Fundación OCCA para la alfabetización del campo colombiano. Sin subsidio del gobierno, Osorio Gallego se inventó un método llamado el Alfabetor que consignó en una serie de cartillas protagonizadas por Polo y Lola. (Policarpa: la guardiana de los niños especiales campesinos)

El proyecto de OCCA tenía como centro la cooperación cívica; es decir, un grupo de ciudadanos decididos a erradicar el analfabetismo y a servir a sus connacionales a través de la educación; por eso Osorio Gallego formó decenas de alfabetizadores, que sin interés alguno, marcharon por los ríos y montañas del país para llevar las letras a los rincones más distantes de la geografía colombiana.

Un aspecto interesante de las cartillas Alfabetor son las carátulas, todas están protagonizadas por una escena campesina real, no representada. El labriego enseñándole a su compañero, dejando una carta en el correo, el trabajador en el taller, la familia leyendo la carta de aquel quien está lejos. Por esta razón, las cartillas se convierten en escenarios reconocibles y cercanos para los campesinos quienes, además, luego de alfabetizarse se convierten en profesores de OCCA.

La primera cartilla de Alfabetor ve la luz hacia 1962 y dura más de 5 años en el campo colombiano, el método se presenta como sencillo y unifica la enseñanza de la lectura con la enseñanza de la escritura, lo que resulta novedoso sobre otros métodos que se empleaban en la escuela colombiana.

Otro elemento fundamental, es que el público al que se dirigía eran campesinos adultos que no sabían leer y escribir o que habían olvidado el uso de la letra en sus labores cotidianas. Lo interesante de esta campaña, es que provenga de un poblador rural y no exclusivamente del Estado o la Iglesia, es decir, que haya sido el propio Osorio Gallego quien haya formulado su trabajo a partir de las necesidades que conoció de primera mano.

Por otro lado, se hace evidente que esta “alfabetización de emergencia” como denomina Martín Lyons los aprendizajes rápidos del sistema letrado, se relaciona de manera íntima con los proceso de migración interna, los cambios de espacios a los que los campesinos se veían obligados por causa de la violencia. Era necesario aprender a leer y a escribir, para poderse comunicar con su núcleo familiar y con todo aquello que había quedado en la distancia.

Por: Diana Paola Guzmán. Equipo editorial El Campesino.

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