A la violencia policial se ha sumado en estos últimos días la civil, la de aquellos que creen que el país es de ellos, del innombrable y su cohorte de súbditos, y que hay que acabar con el “comunismo” que vive dentro del colectivo estudiantil y con la “ignorancia” que anida en la población indígena.
Pero eso tampoco mina la moral de las y los manifestantes; al contrario, les da más fuerza porque se demuestra que sus quejas tienen motivos suficientes para arriesgar la vida, por la paz. Están saliendo a la luz la identidad de quienes explotan y asesinan, con o sin uniforme, a una población que se ha cansado de aguantar.
En esas acciones pacíficas destaca, por su compromiso y alegría en la desgracia, una juventud que debe ser ejemplo de dignidad, resistencia y lucha para muchas otras. Es tiempo de creer en ideales que nos sitúen en un horizonte de ilusión para combatir la indecencia de un sistema que nos oprime mientras nos hace creer que tenemos algo.
Por eso quiero mostrar, desde la palabra escrita, todo mi apoyo a las movilizaciones que se siguen produciendo, contra viento y marea, en Colombia. “Si abrí los labios para ver el rostro / puro y terrible de mi patria, / si abrí los labios hasta desgarrármelos, / me queda la palabra” (Blas de Otero).
Hay en esas manifestaciones un respaldo especial y emocional a toda la movilización social en marcha: la creatividad artística de la población. Las pintadas, los carteles y demás expresiones gráficas ciudadanas dan empuje y ánimo a las demandas. Convirtiéndose, además, en objetivo obligado de la prensa, tanto nacional como internacional, que tiene en esos afiches un compendio de sabiduría, información y memoria. “Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir” (José Saramago).
En Colombia, la moneda de la ruleta de la vida siempre cae del lado del sello (cruz). La cara queda para los poderosos y sus secuaces. Pero en esta ocasión no importa el valor, el color o el rostro de la moneda. Lo que importa es la motivación para seguir lanzándola al aire, aunque muchas veces salga del lado que no queremos.
Al igual que en el mayo francés de 1968 o en el mayo español de 2011, el mayo colombiano de 2021 está vivo en las calles con las pintadas que acompañan las marchas. Grafitis contra balas, carteles contra escudos y palabras contra cabezas huecas y sordas. Colombia está despertando, está parando para avanzar, para que paren las masacres y para que nos encontremos en los corazones.
Hay que reivindicar la identidad ancestral de las poblaciones originarias y el mestizaje de la mayoría silenciosa colombiana. Señores gobernantes, como escribiera el gran Arturo: están en el país donde el verde es de todos los colores. No es solamente blanco o negro, y hoy las gentes están mostrando toda la gama de grises que conviven y que quieren hacerlo en paz, con esperanza de futuro. “(…) pequeña mancha verde, de lozanía, de gracia, / hoja sola en que vibran los vientos que corrieron / por los bellos países donde el verde es de todos los colores, / los vientos que cantaron por los países de Colombia” (Aurelio Arturo).
Caen tópicos y falsedades a la vez que se derrocan estatuas que ensalzan el sufrimiento infligido a la población desde la época del encubrimiento de los otros “La modernidad (…) nació cuando Europa pudo confrontarse con ´el otro` y controlarlo, vencerlo, violentarlo; cuando pudo definirse como un ´ego` descubridor, conquistador, colonizador de la alteridad” (Enrique Dussel).
En esas han de derrumbarse las falacias del poder y democratizar la sociedad desde abajo. No queda otra si se quiere acabar con la desigualdad, con la inequidad y con las brechas sociales que actuaciones como las que se combaten con estos paros no hacen más que agrandar.
Colombianas y colombianos, estudiantes, sindicalistas, docentes, afrodescendientes, indígenas, mujeres, hombres, colectivos LGBTI, jóvenes y no tanto: sean realistas, sigan pidiendo lo imposible hasta que se pueda realizar; no se dejen quitar los sueños, que no caben en sus urnas ni en sus bolsillos; prohíban prohibir, mejor deseARTE paz; que la belleza está en las calles, en sus gentes y en sus expresiones; que no hay arepa pa´ tanto chorizo (corrupto); que al pueblo se le respeta, carajo; sigan sembrando rebeldía para recoger dignidad; guardia, guardia, fuerza, fuerza.
*Esta nota periodística no representa la postura de Acción Cultural Popular – ACPO organización dueña de la marca registrada Periódico El Campesino y elcampesino.co. Con ello, tampoco compromete a la organización ni al periódico en los análisis realizados, las cifras retomadas, los entrevistados que aparecen, entre otros.
Por: Ignacio «Iñaki» Chaves – Consejo Editorial El Campesino.