viernes, julio 26, 2024
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No matarás… a nadie

Escrito por: Kenny Lavacude -Director de ACPO

Director General de ACPOPara todas las personas, la muerte de los soldados del norte del Cauca, perpetrada el pasado martes 14 de abril, debe constituir un acto repudiable, un crimen cruel y execrable. Invocar la acción de la justicia y desear que los criminales sean atrapados y condenados, es un acto natural, como lo es también la rabia, la tristeza y la frustración no sólo de las familias de los soldados, sino de la sociedad en general.

Lamentablemente la barbarie que vive Colombia, la cultura de la muerte que se ha instalado en nuestra tierra como un sino maldito, está presente prácticamente en todos los grupos sociales, en muchos estamentos. Desde muchos frentes se derrama sangre de personas: jóvenes, viejas, niños, hombres, mujeres; en la ciudad, en el campo… ningún grupo se escapa de las garras de la muerte en un país donde la vida parece carecer de valor. Y pocas personas, pocos estamentos, son inocentes.

Resuena, en este contexto de muerte, el relato de Caín y Abel, el cual, para creyentes y no creyentes evidencia la desilusión, la frustración del mismo Dios frente al fratricidio humano:

“Y Dos dijo a Caín: ¿Dónde está Abel, tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?

 Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.

Ahora pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano.

Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza; errante y vagabundo serás en la tierra.

 Y dijo Caín a Dios: Grande es mi castigo para soportarlo.” (Gn 4, 9-13)

Es queja de Dios, pero también condena, porque con el hermano asesinado muere la esperanza.

Para que no muera la esperanza es necesario custodiar la vida –de todos- y la custodia de la vida se da en un ámbito de paz, paz que es fruto de la justicia, justicia que proviene de la racionalidad y no de la barbarie.

 

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  1. Bienvenida la cátedra de la paz, dictada desde las leyes divinas, son solo 10 las normas del mandato de Dios, que si se cumplieran no necesitaríamos medios de control entre los hijos de Dios, literalmente sobrarían los policías, los semáforos… en fin todo lo que ejerciera control, y desaparecería todo lo que hace el hombre por el poder y la implacable necesidad de destruirse.

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