Los últimos doscientos años en la historia bélica del país se han caracterizado por una inaceptable practica de reclutamiento forzado de menores. En vez de estar jugando o estudiando, se los involucra en una lucha que realmente no entienden y que al final termina con la desaparición de familias enteras.
Por: Nicolás Montañez
De alguna forma, el abandono de la educación básica y media en las zonas rurales ha permitido que muchos de los niños se vean forzados, no precisamente a aprender sobre geografía, matemáticas, literatura o artes, sino a irse a la guerra. Además, sus potenciales se ven encaminados a generar daños, sufrimiento y desolación casi sin ser conscientes del porqué de sus acciones.
Así, en tiempos de la futura paz, este mal intencionado acto, que se viene desarrollando desde los tiempos de la pelea con los españoles, debe terminar. Nuestro país debe ser ejemplo para el mundo de cómo los jóvenes involucrados en los conflictos deben y pueden salir adelante. Esto ocurrirá si se promueve que estén ayudando a sus comunidades, sobre todo en la mejora de las áreas rurales de donde han sido expulsados.
Ya en la historia más reciente del siglo veinte, a través de fotos, vimos como niños eran obligados a cargar fusiles en pro de una causa que a la larga no generó ningún cambio. Los niños fueron protagonistas del extraño conflicto con el Perú y a mediados de siglo de la pelea bipartidista de liberales y conservadores, que solo llevó a que nuestro país figurara en las listas de países más violentos del mundo.
¿Será posible que los niños puedan disfrutar de una buena educación y tratar de buscar una mejor calidad de vida en el campo?, ¿y que además no se vean involucrados en peleas generadas por los adultos y sus egos? El arrastre de las ideologías de los adultos no puede perjudicar el proceso natural en la evolución de la raza humana.
Finalmente, muchas de las familias en las zonas rurales tendrán de nuevo a sus hijos siendo parte activa de las comunidades y ojalá, desarrollando cosas productivas. Ahora los niños podrán estar estudiando y sobre todo disfrutando de lo que se sabe es la época más feliz del ser humano. Esperemos que esas horrendas historias de fusilamientos y asesinatos se conviertan ahora en historias de productividad, acompañamiento y desarrollo en zonas rurales de un país que tanto necesita de la juventud para seguir saliendo adelante.