Miedo es propio de los seres humanos, el Papa no se escapa, aunque el suyo es muy particular y deberíamos compartirlo.
Por Ary Waldir Ramos Díaz
Miedo más grande del papa Francisco sorprendió a los fieles presentes en la plaza de San Pedro : ‘No reconocer a Jesús en los más débiles y necesitados’, además pidió a los cristianos de unirse a una ‘revolución cultural’ forjada por las obras de misericordia espirituales y corporales. Lo hizo durante la audiencia general de este miércoles 12 de octubre de 2016 en la Plaza de San Pedro.
“Tengo miedo que el Señor pase frente de mí encarnado en las personas pequeñas y necesitadas. Tengo miedo que el Señor pase delante de mí y yo no lo reconozca”, dijo el papa Francisco inspirado en la frase de San Agustín: «Timeo Iesum transeuntem» (Serm., 88, 14, 13).
“Temer el paso de Jesús”, parecería extraño dicho por el Vicario de Cristo en la Tierra. Sin embargo, explicó que la cuestión puesta por San Agustín se refiere a “nuestros comportamientos”.
“Porque frecuentemente estamos distraídos, indiferentes, y cuando el Señor pasa cerca de nosotros perdemos la ocasión”. Es decir, no vemos a Jesús en las personas necesitadas y afligidas. De esta manera, instó a que las obras de misericordia (cf. Mt 25, 31-36) despierten en nosotros la capacidad de hacer viva y vigorosa la fe por medio de la caridad. “Estoy convencido que a través de estos simples gestos cotidianos podemos realizar una verdadera revolución cultural, como ha sido en el pasado”, sostuvo. Jesús no pide cosas extraordinarias, pide gestos simples y constantes de amor por los hermanos más frágiles y necesitados. “Sí cada uno de nosotros cumple una obra de misericordia, esto será una revolución. ¡Todos!”. “Los santos – continuó– no son recordados hoy por las grandes obras que han realizado, sino por la caridad que han sabido transmitir”.
Así, ha puesto como ejemplo a Madre Teresa de Calcuta, recientemente canonizada, reconocida no por las casas que fundó en todo el mundo, sino por agacharse frente a los más pobres para restituirles la dignidad. “En un mundo donde reina la indiferencia, las obras de misericordia son el mejor antídoto contra ella, porque nos educan a estar atentos a las necesidades más elementales de nuestros «hermanos más pequeños» y vulnerables”, dijo.
Asimismo, en referencia a las obras espirituales, afirmó que soportar pacientemente a las personas molestas podría parecer una cosa poco importante, que nos hace sonreír, al contrario, contiene un sentimiento de profunda caridad”. Y así sucesivamente para las otras seis obras espirituales: aconsejar a los que dudan, enseñar a los ignorantes, corregir a los pecadores, consolar a los afligidos, perdonar a los que nos ofenden, rezar a Dios por los vivos y los muertos. Igualmente explicó que ‘perder tiempo’, entre comillas, con el que lo necesita también es un gesto de misericordia.
Ante una persona afligida. “¡Pero, no tengo tiempo¡ Me paro, lo escucho, pierdo tiempo y lo consuelo. Ese es un gesto de misericordia hecho no solo a él, sino a Jesús”.
Por último, el Papa saludó cordialmente a los peregrinos en lengua española, en particular a los provenientes de España y Latinoamérica. “Que el Espíritu Santo encienda en nosotros el deseo de practicar las obras de misericordia, para que nuestros hermanos sientan presente a Jesús, que no los abandona en sus necesidades sino que se hace cercano y los abraza con ternura. Muchas gracias”.
El Pontífice informó que en las próximas catequesis meditará sobre cada una de las obras de Misericordia, “que son el modo concreto de vivir la misericordia, y hacer nuestra fe viva y operosa con la caridad”. El plan de Dios para una revolución cultural de la caridad.