sábado, septiembre 7, 2024
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Madres cabeza de familia, el pilar de una empresa próspera y solidaria

Desde 1980 cuando Beatriz Fernández y Eduardo Macías crearon una “crepería” en Bogotá, la contratación estuvo enfocada en madres cabeza de hogar, convirtiéndose en una fuente de empleo para este grupo social. Actualmente Crepes & Waffles tiene cerca de 180 restaurantes, y su crecimiento se atribuye a la consolidación de un gran equipo de trabajo, y a sus productos provenientes del campo colombiano.

Es de importancia comunicar cómo ha sido posible en Crepes y Waffles tener un modelo humanista de vida empresarial que privilegia los valores de la mujer y que respeta el planeta que nos acoge y nos da vida. La realidad de esa empresa muestra que sí es posible integrar la buena administración del hogar (economía) con la de administrar responsablemente el medio ambiente (ecología). 

Felipe Macías, economista profesional y especialista en conservación ambiental, (hijo de los líderes y creadores de esta empresa) vivió durante más de un año con la comunidad campesina de El Salado en los Montes de María, región afectada por la violencia del conflicto armado. Allí se encontró con los problemas de los campesinos y con su más genuina dignidad campesina. ¿Desde cuándo Crepes decide incorporar a su trabajo la recuperación y el respeto por el medio ambiente? “No ha habido un solo proyecto de Crepes, que no haya tenido una taza de sancocho de por medio”. 

Desde sus inicios, Crepes  & Waffles  incorporó a su esencia un profundo respeto por el ser humano y el reconocimiento solidario al trabajo de sus colaboradores, en su gran mayoría mujeres. El trabajo de la mujer es el pilar sobre el que se construye una familia. La pareja fundadora de Crepes entendió que ellos y sus colaboradores eran la empresa y que, para el éxito empresarial, era fundamental entender las necesidades de las familias. 

Lo que ha hecho que este proyecto esté en el corazón de los colombianos como su patrimonio emocional. Con préstamos al 0% de interés se han financiado proyectos de salud, educación y más de 1.000 casas. Hoy, la empresa tiene 6.000 empleados de los cuales, el 91% son mujeres y el 75% de ellas son cabeza de familia. Tienen planes de medicina Premium y el salario mínimo que se paga es superior al mínimo legal establecido.

Cuidado del ser humano y del planeta 

Hoy es necesario enfrentar los retos ambientales del planeta. Al modelo empresarial profundamente humanista y con su enfoque de protección de la mujer, se ha incorporado la convicción de que es preciso alimentarse recuperando y conservando el planeta que otros han destruido. El 50% de las emisiones de carbono tan nocivas para la vida, vienen de nuestro sistema de comidas. En Crepes y Waffles se han propuesto cambiar la manera de comprar productos agrícolas y han decidido impulsar costumbres nuevas entre los campesinos proveedores.

La empresa necesita comprar productos agrícolas, pero ha decidido hacerlo en armonía con la recuperación y preservación de nuestro mundo. La Tierra ya no soporta más fertilizantes químicos, pues su uso excesivo es causante del desbalance en las aguas y en la alteración de varios ecosistemas. En los últimos 50 años hemos perdido más de un millón de especies vivas, y la deforestación y cambio de uso de los suelos, de bosques en praderas y de humedales en edificios nos han llevado a una emergencia climática. 

Si la temperatura promedio del planeta sube más de dos grados, ya no habrá retorno. El reporte de riesgos del Foro Económico Mundial indica que una pandemia como la que estamos viviendo era un evento mucho menos probable que el cambio climático. Si la pandemia ya nos dio, el colapso ecológico es casi una certeza.

Para la empresa, el campesino es la persona más importante del país como guardián de la naturaleza, del alimento y como generador de cultura. Los campesinos son los aliados para cuidar el medio ambiente, recuperarnos del cambio climático y asegurar los alimentos. Por ello, han adoptado métodos y prácticas empresariales que constituyen un cambio de conciencia y de valores, con acciones para preservar la vida.

Los productos agrícolas necesarios para elaborar los menús se compran directamente a los campesinos de diferentes bio-regiones, a un precio justo y fijo, que no depende de las variaciones de las centrales de acopio. A cambio, se les pide tener hábitos y prácticas de conservación y recuperación de la naturaleza. 

En el Putumayo, con enorme esfuerzo y persistencia se han sustituido sembrados de coca por pimienta y la comunidad se ha organizado para conservar el bosque y desarrollar proyectos cooperativos y de conciencia ambiental. Hoy, 575 familias de pequeños productores están organizadas en diez regiones productoras. Las compras de $588 millones en 2017, han crecido a $1,066 millones en 2018 y en 2019 superaron los $1,360 millones. Es la primera vez que estas comunidades venden con éxito al mercado formal.

En la región de los Montes de María, el bosque seco tropical es el ecosistema más amenazado de Colombia y allí sólo subsiste el 8% del bosque nativo originario. Con campesinos de la región se tiene el proyecto más grande de regeneración de ecosistemas. Se les compran sus productos, destacándose el fríjol y la miel, a cambio de que dejen zonas de reserva boscosa en sus fincas. Estas zonas de reserva se van juntando y van formando corredores reservados de bosque seco tropical. Hoy, 253 familias están organizadas y ya tienen 5.000 hectáreas de bosque preservadas, en donde ya hay agroecología. 

Se paga el fríjol con un sobreprecio del 60% del valor del mercado y la miel con un sobreprecio del 20%. Hoy se compran allí 57 toneladas de productos. Se pretende lograr que, por cada plato consumido en la empresa, se siembre un árbol. El costo de siembra se suma al costo del plato. De esta manera, los negocios son agentes de cambio. Se compite por diferenciación, no por volumen. Mientras más bosque, más abejas, más miel, más venta. 

El 27 de marzo del 2017, en Cajamarca, el 97% de la comunidad campesina votó por el NO y detuvo el proyecto LA COLOSA, la mina de oro que la empresa Anglo Gold Ashanti de Suráfrica quería iniciar con una inversión de 32 billones de dólares, acabando con el bosque natural de la reserva de la región central, en donde se produce gran parte del agua del municipio. La comunidad campesina, mediante la consulta popular, incluida en la Constitución colombiana, sin tirar una piedra, logró parar el proyecto minero y defender los Andes tropicales, que tienen el destino de ser despensa agrícola y alimentaria. 

Hacer allí minería a gran escala tiene un tremendo impacto negativo ambiental y social, sin generar verdadero bienestar humano. Como consecuencia de ese trabajo comunitario, 23,545 hectáreas ya no serán minería. Crepes entendió que allí había una comunidad que quería seguir siendo campesina, que quería la protección del agua, del páramo y de sus bosques, y que querían ser exitosos siendo la despensa agrícola de Colombia. Pocos saben que, con 54.000 toneladas anuales, Cajamarca es el primer productor mundial de arracacha.

A pesar de que el producto no estaba en el menú de la empresa, Crepes decidió comprar arracacha a los campesinos y mandar el mensaje de que el verdadero oro de Cajamarca, es su arracacha. A partir de 2019 y en constante aumento, Crepes compra 6 toneladas mensuales directas a los agricultores, beneficiando a 80 familias. Esto ha producido un incremento del 100% en el ingreso de los campesinos y es un mercado estable para las familias.

Con el mismo enfoque se trabaja en Vigía del Fuerte en Chocó, en proyectos de educación ambiental, organización comunitaria, renovación del bosque y en la producción de especies no maderables para el consumo humano, como los palmitos y el acai. 

Un enfoque de Co- creación comercial 

En la nueva realidad, es necesario entender al campesino y compartir los valores y saberes de las dos culturas: los empresariales y los campesinos. “Ellos vienen a Crepes y lo conocen, nos dan conferencias con sus poderosas historias de vida, estamos haciendo acupuntura humana, conectando vidas e historias” asegura Macías.

Se les acompaña a progresar con la empresa, siendo aliados. La metodología es “venda y aprenda” una vez logran vender, en el camino los productores campesinos van aprendiendo. Es una metodología sencilla, clara. La gente necesita ver que su cambio es recompensado, que vale la pena hacerlo. 

*Esta nota periodística no representa la postura de Acción Cultural Popular – ACPO organización dueña de la marca registrada Periódico El Campesino y elcampesino.co. Con ello, tampoco compromete a la organización ni al periódico en los análisis realizados, las cifras retomadas, los entrevistados que aparecen, entre otros. 

Por: Bernardo Nieto Sotomayor. Equipo Editorial Periódico El Campesino.

 

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