La lógica de la esperanza – Primera parte

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En las últimas décadas las políticas agrícolas han dejado mucho que desear, si bien se han prometido grandes obras y esfuerzos para recuperar el campo, las cifras aseguran otra realidad. La coyuntura política y económica resulta provechosa para generar conciencia en torno a la construcción de otras dinámicas en el campo colombiano.

Por: Andrés A. Gómez Martín.
Fotos: Nicolas Cubillos Mora.

Hace un año finalizando el mes de septiembre, junto con otro reportero, Nicolás Cubillos, decidimos ir a campo a ver con nuestros ojos diferentes dinámicas sociales en otras regiones del país, la siempre inesperada velocidad de Bogotá nos invitaba a salir de sus límites siempre apresurados. Una noche después de analizar el mapa, decidimos que el camino a conocer era la ruta terrestre que conecta a Medellín con Quibdó. Una semana más tarde tomamos un bus hacia Medellín, la capital de la montaña. Desde allí en medio del alboroto del mundial del futbol, averiguamos por la ruta, por el tiempo del trayecto y muy poco por la seguridad. Aquella tarde en que James Rodríguez marcaría el mejor gol del mundial, decidíamos en el parque Lleras, la hora de salida hacia el pacifico.

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Foto: Nicolás Cubillos. Limites entre Chocó y Antioquía. Carmen de Atrato.
Foto: Limites entre Chocó y Antioquia , Corregimiento Carmen de Atrato

Temprano en la mañana salimos en un taxi, un Renault 9 modelo noventa y cinco tal vez,  hacia la terminal norte. Una hora más tarde nos subimos a un pequeño bus, éramos tan solo ocho pasajeros, de 25 que podían ir allí, el bus inició el viaje sobre las siete de la mañana, al dejar el Valle de Aburrá, no imaginábamos la complicada geografía de la cordillera central, la carretera desde Medellín hasta el pequeño pueblo de Ciudad Bolívar, en el occidente de Antioquía, está completamente pavimentada, durante algunos tramos el olor a café se coló por la ventanas del pequeño bus.

De allí en adelante entramos en otro país, aunque no llegamos al Chocó, era como si por aquella vía ya no importara nada, de viajar por una vía nacional en perfectas condiciones, el bus a duras penas si tenía espacio para transitar por la carretera, con el paso de los minutos, el ascenso de la cordillera occidental se hacía a cada metro más complicado, la lluvia hacia que la destreza del conductor llegara a su límite.

Es la una de la tarde, ya han pasado casi siete horas, llegamos a un pequeño caserío, Carmen de Atrato clavado en las montañas, podemos almorzar en una casa campesina que hace las veces de restaurante. Allí es el límite entre Antioquía y Chocó, pero todo cuanto vemos es diferente, dos policías se acercan a nuestra mesa, con  la voz golpeada y algo temerosa nos preguntan sobre nuestra presencia. Una revisión de cédulas no sobra, para ellos. Nos dicen que  el orden público está en orden y que lo más probable es que si podamos llegar a nuestro destino.

El ascenso continúa, los asentamientos de los indígenas Emberá aparecen, es claro para nosotros, más allá de lo que imaginamos nunca antes, veíamos a una comunidad indígena en su territorio, las miradas se posaron sobre el bus, sobre dos citadinos blancos con cara de asombro. Se estima que la población indígena del Chocó entre sus diferentes pueblos, es de 50 mil personas.

El nombre de sus asentamientos ha sido modificado por los colonos, algunos indígenas Emberá suben al bus para ir de caserío en caserío, en un castellano entre cortado, se refieren a su destino por números. Desde Carmen de Atrato hasta Quibdó serán veinte asentamientos que se ubican en el borde de la estrecha vía.

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