Aquí los aldeanos plantan una variedad de arroz autóctona denominada tinawon, que significa “una vez al año”. Según el Instituto Internacional de Investigación sobre el Arroz (IRRI), esta variedad de arroz aromático solo puede encontrarse en tres lugares del mundo. Estas terrazas son uno de ellos. Si bien el arroz tinawon se produce de forma orgánica y puede venderse por un precio elevado, solamente se puede plantar y recolectar allí una vez al año (de ahí su nombre).
Para muchas familias, la producción de arroz y otros cultivos en las terrazas sigue siendo su principal fuente de alimentos e ingresos. Sin embargo, con una sola cosecha de tinawon, muchos campesinos ni siquiera pueden obtener arroz suficiente para alimentar a sus propias familias. Por ello, algunos agricultores están abandonado esta variedad tradicional por otras, como la conocida oficiosamente como «California», que se puede cultivar y recolectar dos veces al año.
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La fertilidad del suelo y el cambio climático provocan también que los campesinos dejen las variedades tradicionales de arroz. Preocupados por el clima cambiante, los agricultores cuentan que en el pasado solían ser azotados por dos o tres tifones por año. Hoy en día, pueden ocurrir hasta 20 tifones en un año, y algunas especies nativas no están bien adaptadas a estas variaciones. El rendimiento es a menudo menor que en años anteriores, lo que supone un reto para la seguridad alimentaria a nivel familiar.
Los arrozales en terraza son reconocidos a la vez como sitio del Patrimonio Mundial de la UNESCO y Sistema Importante del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM) de la FAO. Nos traen a la memoria antiguas tradiciones y alimentos autóctonos, pero en tiempos de cambio, estas tradiciones corren el riesgo de desaparecer.
Gran parte de la generación más joven está emigrando lejos de aquí, dejando a los ancianos al cuidado de las valiosas terrazas. El conocimiento y la experiencia sobre cómo mantener estas estructuras se han transmitido de padres a hijos, pero con la marcha de los jóvenes, los ancianos son los últimos en saber cómo limpiar los taludes de las terrazas, o la manera de mantener los elaborados sistemas de riego.
Los arrozales en terraza de Ifugao, en los montes Cordilleras de Filipinas son reconocidos como sitio del Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Algunos campesinos, como Appo Limmat o Anna –como se la conoce en inglés–, están abandonando una parte de sus arrozales por completo. Anna es una anciana viuda y sus hijos se han mudado a la ciudad por trabajo: ya no le ayudan a cultivar y recolectar el arroz.
Como fuente adicional de ingresos, Anna ahora lleva a los turistas a visitar los arrozales. Tiene confianza en esta actividad, ya que le ayuda a conseguir ingresos de forma más estable. Fascinados por el paisaje y las costumbres del pasado, los visitantes pueden pasar la noche y comer recetas tradicionales de arroz en casas de familias o restaurantes locales. Algunos turistas también están empezando a ayudar con la siembra y la recolección del arroz. ¡Aunque sólo unos pocos!
Si se gestiona de forma sostenible, el turismo puede ser una oportunidad para el desarrollo en las regiones montañosas. Los productos y servicios de montaña –entre ellos los turísticos–, tienen gran potencial para mejorar los medios de vida e impulsar las economías locales. Además, el turismo para conocer el patrimonio cultural puede permitir a los visitantes descubrir y apoyar una biodiversidad única, como el arroz autóctono que se conserva en las montañas, y las comunidades que habitan en ellas.
A través de su participación en la Secretaría de la Alianza para las Montañas, la FAO, junto con Slow Food International y el Departamento de Turismo de la Región Administrativa de la Cordillera de Filipinas, ha desarrollado un nuevo proyecto piloto llamado «Alimentos y Turismo para el Desarrollo de las Montañas», destinado a promover vínculos entre productos de montaña de alto valor y servicios ecoturísticos.
Este programa apoya a productores innovadores y busca descubrir nuevos productos potenciales, crear y mejorar los medios de vida locales y promover el desarrollo rural en esta región.
La FAO, la Secretaría de la Alianza para las Montañas y Slow Food Internacional trabajan juntas desde 2015 para fomentar las economías de las montañas y mejorar los medios de vida con un programa de etiquetado voluntario para productos de montaña que apoya a los pequeños productores en los países en desarrollo.
Esta asociación puede ayudar a personas de las zonas rurales como Anna a salvaguardar valiosas tradiciones y alimentos biodiversos al tiempo que obtienen los ingresos necesarios para un futuro #HambreCero.