La comunidad cuenta que una tarde de diciembre de 1639, la imagen del Santo Cristo Crucificado de Ubaté se suspendió en el aire, su rostro cambió de aspecto y su cuerpo sudó. En la actualidad esa devoción de la comunidad a la imagen del Santo Cristo sigue vigente.
En la Basílica del Santo Cristo de Ubaté, hay tres comunidades religiosas: Padres Franciscanos, quienes colaboran en la preparación a los sacramentos y en la pastoral carcelaria; las Religiosas Capuchinas, que realizan su misión pastoral de evangelización en el sector; y las Religiosas de la Presentación, colaborando en la Pastoral de los enfermos, la Pastoral de ancianos y la Pastoral educativa.
Antes de esto, el Cristo era una escultura desproporcionada, era tosca e imperfecta, y según algunos padres de la época, movía más al desprecio que a la devoción. No tenía los azotes y las llagas que son labradas en todas las representaciones de Jesús, tampoco tenía un lugar fijo en iglesia, a tal punto que quiso ser destruida.
Por eso desde 1923, y luego de ser instalado en un camarín, miles de promeseros provenientes de municipios de Boyacá, Santander y Cundinamarca visitan la basílica para que el Santo Cristo cumpla sus peticiones.
Traían tiples, guitarras y cantaban mientras recorrían las principales calles hasta llegar a la iglesia. También recuerdo a las boyacenses un grupo de mujeres que llegaban a pagar sus promesas. Tenían una voz melódica y cantaban guabinas chiquinquireñas.
Dicen que esta tradición vivió sus mejores momentos en los años 60, cuando se realizaban, paralelamente a la tradición religiosa presenciaba bailes típicos, carrozas, reinados, verbenas populares y las corridas de toros en las que no podía faltar el brandy Génesis Tres Estrellas y la chicha.
La imagen del Santo Cristo de Ubaté también hace milagros
Son muchos los milagros que los habitantes de Ubaté le atribuyen al Milagroso Santo Cristo. Carlota de Pinilla, quién ha presenciado las romerías desde 1930, época en la que tenía cinco años, dice que su fe en el Santo Cristo la salvó de morir de un cáncer hace diez años.
“Los médicos no creían en mi recuperación, pero yo me agarré al Santo Cristo, le hice las novenas y me salvé. Fue como mi médico personal. Desde ese día voy todos los días a misa” asegura Pinilla. (Le puede interesar: Un festival dedicado a la mogolla, el café y las arepas)
Ella recuerda que los devotos, dispuestos a venerar la imagen, llegaban en tren hasta Ubaté, desde Saboyá, Puente Nacional y Bucaramanga. Se bajaban en las estaciones de Villegas y La Isla de Ubaté y eran conducidos en chivas hasta la catedral. También había personas que llegaban en camiones y caballos.
“Traían tiples, guitarras y cantaban mientras recorrían las principales calles hasta llegar a la iglesia. También recuerdo a ‘Las Boyacenses’, un grupo de mujeres que llegaban a pagar sus promesas (…) tenían una voz muy linda y cantaban guabinas chiquinquireñas”.
Por: Edgar Chitiva. Facilitador educativo ACPO.
Editor: Andrés Neira.
Que hermoso es conocer nuestra cultura Religiosa. Felicitaciones por resaltar estos temas.