Reconociendo que Jesús es nuestro punto de partida para comenzar algo nuevo, en el marco de la reconciliación, la esperanza y el cambio que estamos viviendo en nuestro país, hoy nuestra reflexión va dirigida a poner atención al anuncio que Jesús nos trasmite por medio de su palabra y su vida, el cual escuchamos domingo tras domingo en esa buena noticia del Padre dador de vida, misericordia y amor.
Por Brian Stick Delgadillo Pantoja
Por ello nuestro encuentro personal con Jesucristo nos tiene que rebosar de sabiduría y la fuerza para afrontar nuestra realidad con esperanza y alegría, para ver que la ciudad también está siendo construida por la fuerza de la misericordia de Dios que todo lo transforma.
En 2015, decía el Papa Francisco: «Dirigir la mirada a Dios Padre misericordioso y a los hermanos y hermanas, necesitados de misericordia, significa poner la atención en el contenido central del evangelio: Jesús, la misericordia hecha carne, que hace visible a nuestros ojos el gran misterio del amor trinitario de Dios. «El Dios «invisible» se hace «visible» en Jesús. El problema está en que, teniendo tan cerca a Jesús, nos pasa lo mismo que al apóstol Felipe: no conocemos a Jesús. Esto nos pasa por que NO tenemos una adhesión a la persona de Jesús y a su proyecto del Reino, proyecto de amor misericordioso.
En la primera carta de Juan encontramos que el amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados, y lo envió porque Nuestro Dios no es ciego, ni sordo, ni mudo: le afecta el sufrimiento de su pueblo. El profeta Osías nos habla de cómo la misericordia es la cualidad fundamental de Dios: «Me da un vuelco el corazón, se me conmueven las entrañas. No ejecutaré mi condena… porque soy Dios y no hombre, soy el santo [el misericordioso] en medio de ti y no enemigo destructor».
Para Jesús, Dios es un misterio de misericordia absoluta, bondad sin límite, perdón continuo y gratuito. La compasión misericordiosa es el modo de ser de Dios, su manera de ver la vida y mirar a las personas. Dios siente hacia sus criaturas lo que una madre siente hacia el hijo que gozosamente lleva en su vientre.
Hoy salgamos testigos de esa misericordia que transforma corazones y construye nuevas vidas al servicio de los que sufren.
¡Demos el primer paso a la misericordia!.
«Nuestro Dios no es ciego, ni sordo, ni mudo: le afecta el sufrimiento de su pueblo.»
¿Si a Dios le afecta el sufrimiento de su pueblo por que no hace nada para remediar ese sufrimiento?
Sí hace y mucho. Lo primero, nos creó y nos dotó de inteligencia, de facultades y, sobre todo de vida en comunidad para poder afrontar el sufrimiento. Lo segundo, nos dio la capacidad, la fuerza y la entereza para asumir el sufrimiento que forma parte de la vida por nuestra vida finita y contingente.