Insecticidas y deforestación, causas de la disminución de abejas

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Las ondas electromagnéticas, los monocultivos y la falta de sombra afectan las poblaciones de este importante insecto para la polinización de las plantas.

Generalmente en el ciclo de 150 días de un cultivo de fresas se realizan hasta 22 aplicaciones de plaguicidas, pesticidas, insecticidas y herbicidas, con un promedio de 6 días por aplicación; una práctica letal para las abejas, que realizan valiosos servicios ambientales en los cultivos.

Así lo explicó Jorge Tello, docente de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) Sede Bogotá, quien investiga sobre los riesgos alimentarios que puede causar la extinción de los polinizadores.

En un estudio adelantado en los Llanos colombianos se observó que uno de los principales factores que está acabando con las abejas es la aplicación de Neonicotinoides, una familia de insecticidas que actúa en el sistema nervioso central de los insectos.

“Estos se esparcen a presiones altas desde avionetas. Son muy tóxicos y actúan en una extensión de hasta 20 kilómetros a la redonda. Después de esta práctica encontramos 35 colmenas de abejas muertas”, agregó el docente Tello.

Los cultivos transgénicos también perjudican a las abejas, porque aquellos que usan la bacteria Bacillus thuringiensis producen una toxina que afecta el intestino del animal cuando consume el polen, el néctar, las raíces o cualquier parte de la planta que la contenga. Esto hace que los insectos dejen de comer y mueran de hambre.

También se ha confirmado que las ondas electromagnéticas de los celulares y de los radios de baja y alta frecuencia sí tienen que ver con la desaparición de las abejas, debido a que estos disminuyen la fertilidad del espermatozoide de los zánganos, que buscan a la reina para copular.

“El monocultivo es otra causa importante: no es recomendable que las abejas consuman un solo alimento. Es como si los humanos comiéramos solo arroz, por ejemplo, no moriríamos, pero sí estaríamos mal nutridos”, agregó el experto.

Los efectos del fenómeno del Niño, las quemas, las talas y el cambio climático también han influido en la desaparición de las abejas.

Sin abejas no hay café

El café tiene dos sexos en la misma planta, por lo que se puede autopolinizar, y, en teoría, no necesitaría abejas que la polinicen; sin embargo, si esto ocurre siempre aparece un fenómeno denominado depresión y la variabilidad genética se limita, hace que el fruto tenga poco vigor y una cáscara más blanda.

Según explica el docente Tello, la recomendación es que en la época de polinización, fecundación y floración no se aplique ningún herbicida en las plantas para que las abejas sean las encargadas de polinizar. Esto requiere de un trabajo conjunto entre apicultores y agricultores para que mueran menos abejas y haya menos plantas abortivas.

En Colombia existen 900.000 familias cafeteras en 590 municipios. Además se han registrado alrededor de 600.000 fincas cafeteras y cerca de 870.000 hectáreas cultivadas del grano.

“Las variedades que se cultivan en el país tienen la capacidad de polinizarse, por eso los agricultores no se preocupan mucho por las abejas, y no consideran que gracias a ellas se mejoraría el aspecto genético de los cultivos, entre otros beneficios”, puntualizó.

Al polinizar la planta de café, la abeja hace que el fruto sea mucho más pesado, por lo que se tendría mayor ganancia en las cosechas. La carga del café pasaría de $800 mil a más de $2 millones. El pH mejora y el porcentaje de perdidas también se reduce.

La mayoría de los cultivos de café quedan a libre exposición después de talar los árboles del terreno, esto hace que no haya sombra, un aspecto fundamental para la supervivencia de las abejas.

Los investigadores de la U.N. Sede Bogotá están trabajando con apicultores de Santander para remplazar el uso de la madera del árbol Ochroma pyramidale, conocido como balso, que se usa para hacer el sombrío (dar sombra) al cultivo de café.

Las abejas mueren cuando se acercan a polinizar las flores del balso; se han encontrado hasta 37 especímenes por flor.

“Hemos hecho una simulación contabilizando las flores de los árboles por cada hectárea y el resultado se acerca a más de 2 millones de especímenes muertos en flores de balso”, acotó.

Para esto los expertos recomiendan sembrar árboles nativos que garanticen la supervivencia del insecto.

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