El 23 de agosto de 1947, el padre José Joaquín Salcedo Guarín llegaba a Sutatenza y en los campos boyacenses se iniciaba un capítulo que partiría en dos la historia de la Colombia rural. Imaginemos que esta revolución cultural no hubiese ocurrido.

Imaginemos una Colombia rural sin Monseñor Salcedo, sin el Quijote visionario, sin sus ideas y pasión por la educación campesina, sin el Padre Sabogal, si sus “viejos queridos,” sin Radio Sutatenza, sin el periódico El Campesino, sin la Biblioteca Campesina, sin los Institutos Campesinos.

Sutatenza no sería reconocida a nivel mundial como la cuna del más trascendental experimento de pedagogía popular, miles de personas no podrían hoy llevar con orgullo el título de Auxiliar Inmediato, Líder o Dirigente Campesino. La EFI sería una sigla vacía de sentido y no la cristalización de un sueño.

El siglo XXI tampoco hubiese conocido a las Escuelas Digitales Campesinas, al Programa de Desarrollo Socioecónomico, al periódico Digital elcampesino.co ni a su Red de Reporteros Rurales. El Encuentro Intergeneracional de Líderes Campesinos y el Festival Campo y Cocina serían fechas vacías en el calendario. Los colombianos no hubieran podido hacer el «MilAgro» por el campo colombiano.

Sin ACPO, sin sus servicios culturales, en lugar de mas de un millón de horas de emisión de programas culturales solo tendríamos silencio; y en vez de 7 millones de cartillas, 5 millones de libros y 76 millones de ejemplares del periódico El Campesino, tendríamos páginas en blanco.

Sin ACPO, sin sus ideas del desarrollo como tarea popular, más de 4 millones de campesinos permanecerían en las tinieblas de la ignorancia, condenados a una vida sin esperanzas, a una vida de repeticiones. El campo seguiría aislado y el campesino ignorante. Sin duda, incluso peor sería hoy la suerte de la mujer rural.

Sin ACPO, sin su impacto arrollador, otro hubiese sido el destino de las Reformas Agrarias, de la Acción Comunal, de las Cooperativas y hasta de la Universidad Abierta y a Distancia. 24 países del mundo no hubiesen podido emular este sistema de educación popular.

La memoria es a veces cruel e injusta con el pasado reciente, pero no debemos olvidar que ACPO emprendió la obra más poderosa de educación popular y sembró así la idea de la grandeza del campesino para triunfar mediante el esfuerzo individual y colectivo.

ACPO marcó el origen de la transformación de la vida rural en Colombia y, aunque aún queda mucho por hacer, también es mucho, muchísimo, lo que se ha logrado.

¡Salud, amigos!

Por: Mariana Córdoba – Directora General de ACPO.

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