La seguridad alimentaria es definida por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación – FAO como: “la disponibilidad suficiente y estable de alimentos, el acceso físico y económico al alimento seguro y nutritivo, para satisfacer las necesidades alimenticias”.
En Colombia las y los campesinos son quienes trabajan para llevar alimentos a toda la población. Según el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, el 83,5% de los alimentos que consumen más de 48 millones de personas provienen de la agricultura familiar. Es decir, de la producción agrícola que se genera en las zonas rurales a partir de saberes ancestrales que no involucran el uso de grandes maquinarias, tecnologías o fertilizantes químicos.
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De acuerdo con el Sistema para la Planificación Rural Agropecuaria – Sipra, de esta histórica práctica dependen económicamente más de 2 millones de campesinos. Y desde conocimientos como el ciclo lunar ideal para determinar qué alimento cultivar, hasta el labrado orgánico y sostenible de la tierra, esta población planta y cuida más de 34.000 semillas en 14,6 millones de hectáreas.
Lo anterior refleja la indispensable labor de las y los campesinos, ya que no sólo garantizan la alimentación de un país, sino que custodian y salvaguardan la esperanza de alimentos para todos. Sin embargo, en el año 2020 quedaron en evidencia los desafíos que enfrentan estos expertos en la tierra.
Por ejemplo, los Tratados de Libre Comercio – TLC que favorecen a entidades extranjeras. Datos del DANE reflejaron que solo el año pasado se destinaron 14,6 billones de pesos para la importación de alimentos, mientras que el presupuesto destinado para el agro fue de 1,9 billones.
Otra problemática es la intermediación, como lo explica la Sociedad de Agricultores de Colombia – SAC, la cadena productiva de los alimentos está organizada de la siguiente manera: productor, intermediario, central mayorista, intermediario y finalmente consumidor. En consecuencia, los pequeños productores reciben bajas remuneraciones por sus cosechas y el consumidor final adquiere el producto por más del doble del precio original.
A pesar de esto, el campesinado sigue trabajando los suelos y conservando las semillas para abastecer los hogares. Una prueba de ello es que, mientras Colombia y el mundo se enfrentaba a uno de los virus más peligrosos de la historia, que paralizó todas las actividades económicas; el sector agropecuario no se detuvo.
“Contra todo pronóstico, afrontando mayores limitaciones de movilidad y de mercados; el campesinado no paró y siguió produciendo los alimentos. Por eso no hubo desabastecimiento”, afirmó Alejandro Jiménez, presidente de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos – ANUC.
Por: Ivania Alejandra Aroca Gaona. Periodista.
Editor: Karina Porras Niño. Periodista – Editora.