Alrededor de la belleza y todo el turismo que se genera alrededor de Lago de Tota hay toda una historia sobre los orígenes de este lugar. La leyenda se encuentra plasmada en el libro «Mitos, Leyendas, Tradiciones y Folclor del Lago de Tota», escrito por Lilia Montaña de Silva Celis.
El mito
La laguna no siempre existió, antes de que las masas de agua cubrieran amplios terrenos, el lugar no era más que un hueco árido en el que no crecía yerba alguna.
Una bola de fuego la recorría en las noches para luego hundirse en lo más profundo y llegaba a la morada de Busiraco, dios de los infiernos.
En ese tiempo llegó Bochica, profeta y hombre sabio, venerado por los muiscas, quien enseñó a la gente del poblado el arte de la cerámica y el uso de dos plantas quijisa (algodón) y chihize (fique) para hilar y hacer diversos tejidos.
Bochica también infundió en los indígenas el respeto y comunicación con los dioses, por eso escogió a un sacerdote que debería ser el mediador entre los dioses y la gente y el líder de las comunidades. Este sacerdote recibió del profeta una piedra verde y clara (esmeralda), que se convertiría en el símbolo de pureza y suprema majestad, esta piedra la debían portar todos los sacerdotes que sucedieran al primero.
Pasaron varios años y el hueco árido albergó no sólo al malvado Busiraco, sino también a una serpiente negra, guardiana del lugar. La aridez del inmenso hueco se fue trasladando a los poblados. La escasez, la sequía, el hambre, la sed y las enfermedades mataban a animales y a humanos.
El sacerdote de ese momento, se llamaba Monetá y al ver la terrible situación de su pueblo, decidió ponerse en penitencia, ayuno y oración continua para que los dioses lo escucharan y ayudara a la gente. Sin embargo, la situación era cada día peor y ni una sola gota de agua tocaba la tierra. Cuando aparecían nubes, los ojos esperanzados de los indígenas las admiraban, mientras desde el hueco Busiraco lanzaba un viento con polvo que las disipaba.
Un día, el sacerdote Monetá convocó a toda la gente en Suamox, ciudad sagrada, llegaron allí de todas las poblaciones cercanas, gente mal nutrida y cansada. El líder se pronunció a la multitud con sólo una túnica blanca y la piedra verde en el pecho, les dijo que sus plegarias habían sido escuchadas por Chiminigagua, quien le dijo que reuniera a la gente e hiciera una peregrinación hasta la cúspide de la roca que quedaba cerca al hueco árido y que allí hicieran homenaje a Bachué, diosa que representa lo femenino, las aguas y la fertilidad.
El pueblo siguió a Monetá hasta la roca y varios hicieron pinturas, ofrecieron a la diosa avecillas y luego todos se sentaron para el baile ceremonial. Mientras los tambores sonaban y los bailarines danzaban, la serpiente negra se retorcía y hacía ruidos de dolor y descontento, cuando el grupo finalizó su baile, entró en escena la bailarina principal usando una máscara negra y roja, bailó pegándole fuerte al piso, mientras la serpiente chillaba, luego ofreció a Bachué un disco de oro y lo lanzó al hueco árido, hiriendo de muerte a la serpiente negra. Todos celebraron el éxito y se repartió la comida, quedando ínfimas porciones para cada uno.
Mientras todos comían y dormían, el sacerdote oraba a los dioses. Al día siguiente presentó a su pueblo una nueva revelación. Arrancó de su pecho la piedra que había dado Bochica en antaño y la lanzó sobre el cadáver de la serpiente. De allí surgieron las aguas verdeazuladas que llenan el Lago de Tota.
Así se dio fin al hambre y la sed en la región.
Las islas que sobresalen son algunas de las partes petrificadas de la serpiente muerta.
Por: Lilia Montaña de Silva Celis.