Colombia necesita que todos los que sus ciudadanos, sin distinción de credos, elevemos una plegaria a Dios pidiendo lo mejor para la patria.
Por Camilo Agudelo Linares
Con el pasar del tiempo, en muchas naciones Dios ha salido del espacio público y de las esferas sociales donde su presencia se sentía con gran fuerza. De este modo, el nombre de Dios salió de muchas constituciones políticas, de celebraciones patrias, de juzgados, de despachos públicos, de planteles educativos y, en casos más dramáticos, de los mismos templos.
Colombia no ha sido la excepción. En aras de la libertad de culto se ha pasado a la imposición de una cultura profundamente atea donde Dios ha quedado relegado al campo puramente personal, donde es válido creer en un ser superior, pero en una fe limitada a la interioridad, que no debe salir al fuero externo de la vida del creyente, porque si así sucediera la postura de quién cree resulta un poco anticuada, molesta, moralista y por lo tanto inoportuna.
A pesar de todo este ataque al derecho de práctica de la espiritualidad del ser humano, el colombiano sigue siendo profundamente espiritual y por lo tanto, religioso. Su fe ha sido relegada, pero no anulada, y sin excluir ningún tipo de credo, el colombiano sigue expresando su relación íntima con Dios como fuente y sentido de vida.
Es por esto que han surgido en el mes de septiembre de esta año al interior de las diferentes religiones una propuesta un poco impulsada por la decisión que debe tomar el país respecto de los acuerdos de paz, pero que apunta a un bien fundamental. Esta propuesta consiste en que toda Colombia se una en en oración, que cada compatriota, desde la fe que profesa, eleve una plegaria por la Nación para que pueda ser una tierra de paz, verdad, prosperidad, derechos e igualdad.
Si nos unimos como creyentes, como hermanos, como compatriotas indudablemente con nuestra oración Colombia se verá impulsada por la presencia transformadora de Dios, quien desde hace siglos nos ha dicho cuál es el verdadero camino que conduce al bien de todos los pueblos.
Ojalá los políticos oportunistas no aprovechen estas buenas iniciativas de los colombianos para hacer propaganda a sus ideas un tanto egoístas y lejos de la realidad y del sufrimiento de muchos, sino que por el contrario se unan a los creyentes colombianos que se congregan en oración por todo un país.