lunes, noviembre 4, 2024
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Carta del campo: Tras la taza de café de Amelie

Esta es la historia de mujeres rurales de Valledupar, Cesar sobre la magia que se transmite desde el aroma y sabor del café de la región.

Amelie una joven solitaria que vive en París frecuentaba todas las tardes un café atendido por un barista; este lugar se encontraba  ubicado en la Plaza Roja; después de un tiempo, ella se preguntaba ¿por qué al tomar el café se sentía feliz y el sabor estaba lleno de emociones?

Amelie se acerca al barista y le pregunta sobre el origen de la bebida; este café que tomo todos los días señor Alejandro Durán ¿de dónde viene y por qué se le ve feliz al prepararlo? El joven barita emocionado le responde “yo soy colombiano de la Península de La Guajira y el café que preparo viene de allí”.

Ante esta respuesta, ella contesta que estaría encantada de ir a Colombia para conocer perfectamente la producción de café. Se anima con el tiempo  y toma la decisión de conocer el país e invita al señor Alejandro.

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Llegada a  Riohacha…

Acompañados de las notas de acordeón y los cantos de los poetas llegaron al corregimiento San Martin, de donde es oriundo Francisco “el hombre”, el acordeonero que desafió al diablo tocando y cantando el credo al revés. Siguieron su camino a lomo de mula hasta llegar a la vereda El silencio y a la finca con el mismo nombre; fue allí donde Amelie comprendió porque los trozos de café consumidos en París estaban cargados de sabor y magia.

Durante el viaje ella observó los altos árboles que albergaban la diversidad de cantos de las aves que hacían de aquel paisaje un verdadero paraíso. En medio de  todo el encanto natural y cultural, de repente, un aroma familiar para Amelie comienza a guiarla a un aroma de nueces de tipo dulce, el mismo aroma que la atrapó en París.

De lejos se ven unos niños correr enérgicos y alegres que le ponían el toque de inocencia y ternura a aquel lugar. En este punto, Amelie pregunta de ¿dónde viene el aroma? El barista le responde, “bienvenida a esta finca cafetera, es aquí donde se produce el mejor café del mundo, en la Sierra Nevada de Santa Marta.

A su llegada, Eloisa dueña de la finca la recibe con una buena taza de café y le dice “estamos de cosecha; en esta época se recolecta grano a grano cada almendra y café que luego con la ayuda de los niños clasificamos para garantizar la calidad.

Eloisa le dice ves esa herramienta, es el pilión; allí retiramos  la cascara  del café, para luego en un caldero ser tostado hasta que alcance el punto exacto que se obtiene después de una hora de este proceso.

Este proceso es una tradición que se ha hecho por generaciones y es lo que hace que cada taza de café  lleve impresa la historia vivida con amor, cultura, emoción y canto al compas de los acordeones que llegan a lo más profundo del ser.

                                       Por: Grupo Cenicafé 1. Red de reporteros rurales en Valledupar.                                   Editor: Lina María Serna. Periodista – Editora.

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