jueves, octubre 3, 2024
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Carta del Campo: Las abejas no son indispensables, son sagradas

No habrá tecnología capaz de imitar su valiosa tarea y es fundamental respetar la naturalidad de las abejas. Mi padre me enseñó, por allá en los años 70, que las abejas son sagradas, que hay que quererlas y protegerlas.

Cuando tenía entre seis o siete años supe por primera vez lo que era una picadura de abeja. Lo recuerdo muy bien porque me tocaba ayudar a mi padre en la tarea de escastrar (proceso de extracción de la miel de las colmenas) las colmenas, prácticamente mi tarea era echar humo y mantenerlo activo.

Hoy en día el tema de las abejas se ha vuelto muy interesante en toda la esfera mundial. A ellas se les atribuyen cientos de beneficios y se incentiva cada vez más para que se le dé su estatus y se les reconozca como el ser vivo con mayor importancia en el planeta.

Este tema para mí no es ni ajeno ni extraño. Al contrario, agradezco las enseñanzas de mi padre que en su «escasa» preparación, pero lleno de una inmensa sabiduría, me enseñó, por allá en los años 70, que las abejas son sagradas, que hay que quererlas y protegerlas.

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Recuerdo, cómo él, hablaba con ellas y mi asombro era saber que, a él, no le picaban. Él me dijo un día: las abejas son sagradas y me contó la siguiente historia. “Debes de respetar lo que hacen las abejas si no quieres que el castigo llegue a su apiario, pues había un señor que tenía unas colmenas y cegado por la ambición del dinero decidió hacer una bebida alcohólica con la miel de las abejas y que su invento fue novedoso e incluso lucrativo en su comienzo, pero que poco las colmenas se fueron menguando porque algunas se enfermaron y murieron y otras se fueron al punto de quedarse sin abejas y que nunca más fue capaz de tener otro colmenar”.

Mi padre me dijo, -eso fue un castigo por alterar la labor sagrada de las abejas- desde entonces, esa historia y esas palabras no se borran de mi mente y hoy en día entiendo la urgente necesidad que los gobiernos hacen para salvarlas y rescatarlas pues ahora si muchos las consideran indispensables en la sostenibilidad del planeta, pero para mí son más que eso. Son sagradas.

Factores comerciales como la estética, la belleza corporal y el deseo de experimentar nuevos sabores en bebidas alicoradas están demandando la elaboración de productos llamados «innovadores», cosa que respeto mucho pero que no están dentro de los principios que herede de mi padre. Considero que la miel, el polen, el propóleo, la jalea real y el pan de abejas, deben ser respetados y acatados como elementos medicinales sin alterarles su naturalidad ya que es un proceso laborioso que ni la más alta tecnología actual y futura será capaz de imitar.

Por: César Sánchez. Habitante de Pereira, Risaralda.

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