Cuentan nuestros ancestros entre ellos mi abuelo, Antonio Robles, que para el año de 1930 cultivaban el café típico, el que se cosechaba solo para consumir. Cuenta la historia que los árboles ya contaban con 20 ctm de grosor, los cuales producían dos latas de café en rojo; este no era despulpado con maquina, todo lo contrario, se secaba con la cáscara.
El café era puesto en sacos de cuero y lo transportaban en bueyes hasta Valledupar a cinco esquinas donde había una cantina y quedaba el café ahí, porque el abuelo se lo tomaba no en tinto, sino en churro. Al día siguiente, enguayabado y sin plata sacaba las compras fiadas en el depósito donde tenía el crédito abierto para el segundo pase.
En esta época dorada de nuestros nativos se podían tener estas formas de vida, porque se respiraba paz y confianza, tanto que, mientras el abuelo hacía sus diligencias los bueyes apastaban libremente en lo que hoy día es de los castros.
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En el año de 1950 compró la primera máquina, no recuerdo la marca, pero tampoco era una máquina común; desde aquí comenzó a comercializar el café desde Serancua, Magdalena hasta Nabusimake, Valledupar; esto consistía en un trueque del café por sal, ropa, medicinas y alimentos. Contento porque le iba muy bien surgió luego el desarrollo de su negocio, lo cual le dio para comprar otra finca en Karwa y poder serguir produciendo más café.
En 1960 ya era un gran comerciante y además del café , comerciaba con otros productos como el plátano, la malanga , yuca, frijol, entre otros alimentos. Estos eran transportados en mulas desde Karwa hasta La Mesa, Cesar a 6 horas de camino.
Hoy en día gracias a mi abuelo seguimos la tradición de cultivar el café, además, nos adaptamos a las nuevas tecnologías, y al pertenecer a las asociación Asoprocasi comercializamos café al extranjero.
Por: Grupo Caturra. Red de reporteros rurales en Valledupar.