Agua bendita, un símbolo sagrado e instituido por la Iglesia, que usada con fe, favorece a la santificación de nuestras vidas.
Por Juan Carlos Matiz
Una de las prácticas piadosas más importantes que ha formado parte del maravilloso mundo cristiano, desde principios del siglo II, es el uso del agua bendita. La Iglesia ha visto en el agua el elemento litúrgico por excelencia, ya que el agua no solamente es el medio de salvación en el bautismo, sino también, es elemento imprescindible de la Eucaristía. Con frecuencia la Iglesia bendice el agua para con ella bendecir a sus fieles, objetos y lugares. Sin embargo, hoy día, cientos de fieles han olvidado el verdadero sentido y significado y terminan usando el agua bendita no como algo sagrado, sino como algo mágico y supersticioso que sirve para atraer la suerte y alejar las malas energías. Por tal motivo, se hace necesario aclarar el verdadero sentido, significado y uso del agua bendita.
El agua bendita es uno de las sacramentales más importantes y de mayor uso dentro de la Iglesia Católica. Al ser un sacramental, el agua bendita es un símbolo sagrado, instituido por la Iglesia, que produce ciertos efectos espirituales en los creyentes que la usan, ayudando así a su propia santificación. Es importante mencionar, que el agua se transforma en sacramental, únicamente, cuando recibe la bendición especial por parte de un sacerdote o diacono ordenado.
El agua bendita nos recuerda el bautismo y las promesas que en él hicimos, y por lo tanto, produce, en aquellos que la usan con fe y devoción, ciertos efectos espirituales. En primer lugar, el agua bendita ofrece gracias divinas especiales, que ayudan a vivir más intensamente la vida cristiana. En segundo lugar, el agua bendita tiene un poder purificador pues redime parte de nuestros pecados veniales. Y en tercer lugar, brinda gracias temporales: da fortaleza en las tentaciones y en las enfermedades, protege las casas de los peligros, aleja las asechanzas del espíritu de mal, entre otras. Es bien conocido, además, su poder para combatir al demonio. En su obra, El libro de la vida, Santa Teresa de Ávila da testimonio del gran poder que tiene el agua bendita para alejar el maligno.
Es importante tener presente que el agua bendita no es una agua con ciertos poderes mágicos que causan efectos inmediatos. Los efectos del agua bendita dependen de la voluntad divina y de la fe de la persona que la usa. El agua bendita, por ser un signo sagrado, debe usarse, además, con sumo respeto y veneración, y puede emplearse tanto para santiguarse, como para rociarla sobre personas, objetos y lugares, y también para consumirla.
El agua bendita es entonces uno de los regalos más hermosos y una de las armas más efectivas que Dios ha dado a la Iglesia para santificar nuestra vida cotidiana y para bendecir las cosas que habitualmente usamos. No es por lo tanto un elemento mágico, ni supersticioso, sino un elemento sagrado. Tengamos, entonces, siempre presente lo que este importante sacramental representa para nosotros, para para poder, así, hacer un uso adecuado de éste desde la fe.