Tras la firma del Acuerdo de Paz firmado entre el Gobierno de Colombia y las FARC- EP, llegó a los territorios marcados por la violencia la oportunidad de construir un país mejor. En Caquetá, un sueño que ha costado hacer realidad, empezando por comprender lo que implica el valor de la naturaleza y del territorio.
También ha sido todo un trabajo el propiciar escenarios de diálogo y concertación de manera permanente, no solo con la población sino con las diferentes instituciones que desde el día cero le apostaron a la paz en un un proceso tan sensible y complejo como ha sido el contexto del posacuerdo.
Con el transcurso del tiempo se fue entretejiendo una serie de factores sociales, económicos y políticos que de una forma u otra le fueron dando vida a la implementación de la paz territorial. El apoyo de los países garantes, las entidades del Estado y las organizaciones sociales, ha sido el insumo para comprender que trabajar por la paz implica conocer el contexto de las zonas que han sido afectadas por el conflicto armado.
Así mismo, comprender que detrás del proceso de reincorporación hay grande seres humanos que hoy se preparan para consolidar una familia y educar a los hijos de la paz, que merecen un nuevo espacio de vida y memoria para la no repetición. Así llegó el proyecto Mujer Mestiza, Indígena y Afrodescendiente – MIA, el Fondo para la Consolidación de la Paz – PBF y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar – ICBF.
Con este último actor se logró concertar la implementación del proyecto de modalidad propia e intercultural, que hoy hace posible que 284 niños y niñas de la Zona de Reserva Campesina El Pato – Balsillas estén participando de la política pública de infancia y adolescencia para potenciar el desarrollo integral de los menores. Eso sí que ha sido importante y valioso dentro de este espacio de transición, y que ha requerido de un discurso coherente que debe pasar primero por el corazón para entender lo que implicó vivir tantos años de conflicto y hoy sentarse a pensar cómo alcanzar el Buen Vivir.
Gracias a este aprendizaje, hoy puedo decir que le aporte a la paz del país, en uno de los escenarios más afectados por el conflicto social y armado, también puedo decir que que el tejido social que hoy se ha fortalecido, hace parte de la Colombia que poco a poco se ha ido transformando y que cuesta tanto descubrir.
Doy un agradecimiento especial a la facilitadora del proyecto MIA en Miravalle y Agua Bonita, que se ha puesto la camiseta para ser una embajadora de la paz a nivel departamental y ha trabajado en el Consejo Territorial de Paz, una mujer disciplinada y organizada que con el transcurrir del tiempo ha demostrado su entereza y compromiso frente a cualquier reto, así son las mujeres firmantes del Acuerdo.
Por: Karime Viña. Habitante rural de Miravalle, Caquetá.
Editor: Karina Porras Niño. Periodista – Editora.