El COVID-19 ha obligado a millones de estudiantes y profesores a someterse por tiempo indefinido en sus hogares para el cumplimiento de su misión educativa. En mi caso soy un chico que vive en el campo y estoy sometido a otros deberes diferentes fuera de mi estudio.
Si en el colegio era difícil entender algunas cosas, en la época de estudiar en casa se me hizo más complicado, pues mi único aliado era el internet y eso que una o dos horas al día, pues vivo en una zona de difícil acceso y no cuento con este servicio. En primer lugar, fue muy difícil para mí adaptarme a la realidad, pues a veces dejaba acumular muchos trabajos y no dedicaba tiempo suficiente para desarrollar las guías.
Sumado a esta situación estaba el proyecto Pescado para el Desarrollo, que también demandaba tiempo e interés para poder desarrollar cada actividad y aplicar cada aprendizaje. Mi bordón de salida fue tomar otra actitud frente a lo que estaba viviendo y entender que no era el único que estaba pasando por esta situación.
Gracias a lo aprendido en los cursos de Acción Cultural Popular – ACPO, aliado implementador del proyecto, pude entender la importancia de prepararme para un mañana y que sólo depende de mí y de mi empeño para poder salir adelante. Hoy puedo decir que aprendí a ser un joven más disciplinado y organizado en mi estudio, aprendí que ni una pandemia ni nada me puede desviar de mis metas y proyectos.
Entendí que debo marcar la diferencia en mi familia, como forjador de paz y además pude entender la importancia de destacarme como líder rural en mi comunidad y poder trasmitir mis conocimientos a mi gente del campo.
Gracias ACPO, por pensar en la gente del campo, gracias por pensar en los jóvenes campesinos que somos el presente y el futuro de nuestro país.
Por: Camilo Andrés Aguirre Quintero. Participante del proyecto Pescado para el Desarrollo.
Editor: Karina Porras Niño. Periodista – Editora.