Los estados con su accionar atómico cual basilisco o pequeño duque detractor ferviente y ávido para despojar a la sociedad de su libertad y derechos, también acuden a los embrujados discursos engañosos, apacibles unos o incendiarios otros, llenos de prácticas atroces.
A este país llega el fantasma de la indignación, país cargado de odios, de terquedades y caprichos, volviéndose un estado inviable y corrupto, donde solo la renuncia de sus dos títeres se convierte en el único fin de salvación o si no, mediante la fuerza vitalista de su pueblo los derroque.
El curso del vórtice de las revoluciones sociales y su influencia humana rompe las brechas de los conflictos y las gestiones de una gobernabilidad influenciada por las tormentosas injusticias, por el aceleramiento de las daciones políticas, los discursos retóricos llenos de emociones y calenturas de poder, de dádivas y de misericordias populares.
Está demostrado que, para sucumbir los males sociales, bastan políticas públicas que generan trabajo con medidas que frenen las desigualdades. Los actos abusivos, las imposiciones de normas y la fuerza de una dictadura que siempre acude a los votos de los mismos que se venden por un plato de lentejas.
Por ello, los aceleramientos que predican ciertas pedagogías de estado son una bomba de tiempo, al unísono de ciertas emociones rabiosas, de odios, de orgullo, de prepotencias, de caprichos, de conductas impositivas alejadas del diálogo y la escucha del otro, que terminan en meras discusiones sin resultado y si de una polarización política como mecanismo de defensa.
La acción veloz de los opresores está en concordancia con el sistema al que pertenecen, pero también el pueblo afina medios de defensa que están dentro de su haber de lucha con un ejército noble cuales etnias, afros, campesinos, estudiantes, mujeres, juventud, trabajadores y movimientos comunitarios, verdaderos ejecutores del paro, verdaderos representantes del colectivo social.
La rapidez lógica capitaliza todo lo posible para modificar las estrategias políticas y por estas razones el pueblo está en expectativa para bloquear el ímpetu de los gobiernos que llegan cargados de falsas ilusiones. Todo retroceso social se convierte en base cero, por ello nunca se deben desconectar los planes, no puede dejar al vació espacios ni tiempos. Las oportunidades son señales de esperanza para detener la agresividad estatal.
Pero el calor político se convierte en una bomba de tiempo imprimiendo un carácter que después hace que se tenga que recular en medio de terror y miedo. El acaloramiento político registra praxis de múltiples equivocaciones y mentiras que funden la democracia y la institucionalidad. El paro presenta disyuntivas complejas, No hay claridad de paro con agenda nacional, Paros diversos dejan entrever peticiones distintas.
El comité de paro en Bogotá no es sólido en agendas, dicen que sus peticiones datan de 2019 y no se conocen, lo que sí lo es en las calles, con los estudiantes y otros movimientos sociales. Que este paro ojalá no sea un fiasco, y nos quedemos con los muertos, los destrozos de ciudades, heridos, desaparecidos, violaciones y otros efectos deplorables y sigamos con un gobierno nefasto, cobarde, que aparece cual fantasma, a quien acompañan unos órganos institucionales llenos de panegíricos sin fondo, avalando funcionarios corruptos.
El Estado siempre está imponiendo un tono y ritmo de guerra, resaltando que se gira sobre la democracia, mientras los hechos son devastadores al ritmo de una crueldad policiva y militar. Una administración pública no está para estar pidiendo disculpas o aceptando equivocaciones, se trata de ejercer liderazgo que es sinónimo de gobernar con humildad, amor y buenos propósitos.
Asombra que, cuando se viven grandes conflictos de emergencia, el gestor público acude airoso anunciando que el país está pasando por momentos económicos positivos, y hace ver índices muy sólidos de reactivación, pero que son gran engaño según las circunstancias reales. Estos ágiles cambios son maniobras de las tácticas de guerra de un imperio en decadencia.
Pero el ritmo social ardiente no se detiene al ser la expresión popular con sus actos legales que incursionan en las calles de las ciudades para rechazar la afrenta de la dictadura. El arte social político también se transforma con la rebeldía del pueblo que hace vida en las huestes de la revolución popular. A la sociedad le acompañan prácticas anti políticas de rebeldía, revolución, resistencia. Desobediencia civil y objeción de conciencia cuyas claridades legales apuntan contra una corrupción galopante, exitoso poder del estado, como ser este el mayor generador de violencia.
Y esa generación de violencia data de hace más de 250 años afianzándose en un capitalismo de estado que domina todos los entornos del país y como siempre maneja los hilos de tal manera, bajo la consigna del divide y reinarás, y en esta treta caen todos quienes salen a relucir como adalides sociales, representados por los mismos con las mismas, mediante comités de paro, dejando por fuera movimientos vitales como la juventud, las etnias, los afros, los campesinos, los transportistas, entre otros.
El país ante los múltiples problemas que en diferentes frentes presenta, necesita un comité nacional permanente integrado por todos los sectores, sin exclusión, este comité asesor- veedor suplirá Los comités de viejos poderes que siempre han existido, hasta el de hoy, que no han sido comités pluralistas, sino populistas que sólo agrupan políticos o sociales oportunistas.
Los nuevos tiempos han empezado a ver lo humano y lo social en la gente del común y sus luchas sociales. Cuando el Estado se torna incapaz en medio de una sociedad apática surgen los divisionismos, estado precario para el cambio. Hoy es fundamental asumir situaciones de cambio y de gobierno con la participación de la comunidad, de espíritu recio, sereno y firme para decidir.
El renacer humanista es una respuesta a la arremetida del fascismo, donde solo evolucionan los atropellos, las violaciones de derechos contra una sociedad histórica que viene luchando por su liberación social y política, por la inocencia del niño, por la grandeza de la mujer para que no se convierta en juguete de violaciones de su cuerpo y de su alma, por la juventud que estropeamos su conciencia con el hedonismo.
Y por una sociedad integral que solo ha conocido las desigualdades, la violencia, viviendo cual siervos sin tierra, con el cristo de espaldas cual, condenados de la tierra, al margen de la rebelión de las ratas y de la granja, en medio de las tierras roturadas que les fueron arrebatadas con ilegalidad, que hoy ensangrentadas y llorosas claman que sus dueños campesinos las curen con sus manos callosas.
Estas agrietadas reflexiones vienen del devenir de la realidad histórica que invita a comprender tiempos y espacios en movimiento para alcanzar soluciones pacíficas. Y es que la esencia de la gobernabilidad se fundamenta en que sociedad y Estado deben allegar a sus gestiones públicas y privadas, el amor social y político que están por encima de democracias, del contrato social y la constitucionalidad.
El amor vive en la familia, en la sociedad y en las emociones políticas para estabilizar el estado, para ejercer vínculo social y aplicar justicia con libertad como bases para el bien común. Un alto en el camino nos dice afianzarnos en la hegemonía del amor social y el amor político, Contra la hegemonía del poder violento y del odio que nos está dejando líquidos de ética de moral, de humanismo, de principios y valores.
Por: Mariano Sierra. Habitante rural.
Editor: Karina Porras Niño. Periodista – Editora.