Recogiendo un poquito de la sabiduría de las abuelas, ya que ellas son un libro lleno de secretos por descubrir. Hoy nos encontramos en el Municipio de Une, Cundinamarca con Georgina, una abuela quien a sus 85 años de vida y con una lucidez que nos asombra, nos cuenta tanta historias y vivencias de su juventud que al escucharla parece que fue ayer que le ocurrieron.
Su juventud la vivió con su esposo y sus hijos en una vereda del páramo, llamada «Fruticas». Hoy nos comparte una, de las preparaciones que aprendió de sus papas, arepas hechas con calabaza o calabacín.
En la época antigua, hubo temporadas en que escaseaban las cuajadas, y también que en donde ella habitó las casa vecinas quedaban distanciadas por varios kilómetros, porque con sus vecinos se prestaban algo que les hiciera falta mientras podían ir al pueblo a proveerse de lo necesario.
Generalmente les tocaba caminar unas tres horas o en su caballito para comprar su mercado y lo hacían al menos una vez a la semana
Muchas familias no contaban con una vaca lechera para proveerse de las cuajadas. Ellos, entoces encontraron una alternativa para preparar las arepas para sus desayunos y descubrieron que la calabaza, que comúnmente se usa para hacer tamales, guisarla, de alguna manera reemplazaba este ingrediente.
¿Dónde azar las arepas? Nos relata Georgina, «En la antigüedad debíamos desplazarnos a un lugar llamado San Salvador, a una mina de piedra y buscar una especial que servía para colocarla en el fogón de leña y esperar hasta que estuviera bien caliente, se le untaba cebo de res o aceite y ahí si poner a azar nuestras arepas y acompañarlas con un delicioso chocolate de harina y así mitigar el frío del páramo».
Ingredientes
Una calabaza o un calabacín tierno
1 Libra de harina de maíz blanco
Azúcar al gusto
Sal
Una pizca de bicarbonato.
Un cuarto de mantequilla.
Un puñado de harina de trigo.
Preparación
Pelar y cocinar la calabaza o el calabacín por media hora aproximadamente. Dejar enfriar y escurrir mezclar poco a poco junto con la harina de trigo, mantequilla, sal y el azúcar, un pizca de bicarbonato, seguir mezclando hasta que quede una masa Homogénea, luego moldearlas y ponerlas a azar.
Esta cuarentena es un tiempo en el que podemos sacar provecho de nuestra imaginación.
Desde el Municipio de Une, Cundinamarca, su reportera rural.
Mery Adelaida Dimaté Ardila.