Jesuitas salvan su vida de la bomba atómica de Hiroshima gracias a la devoción que tenían al santo rosario.
Por: Miguel Ángel Sandoval López
Después de 71 años del atentado de la bomba atómica a la población de Hiroshima, Japón, en uno de los hechos más vergonzosos y dramáticos del siglo pasado, la Segunda Guerra Mundial, hoy seguimos recordando el extraordinario testimonio de cuatro Jesuitas que sobrevivieron al ataque, y a la radiación que se prolongó durante años en la cuidad.
Los misioneros vivían en la casa parroquial nuestra señora de la Asunción, a un kilómetro del epicentro de la detonación de la bomba. Los jesuitas Hugo Lassalle, superior en Japón, Hubert Schiffer, Wilhelm Kleinsorge y Hubert Cieslik, se hallaban en diferentes labores cuando los sorprendió el estruendo. La explosión dejó heridas leves en los misioneros, pero salvaron su vida gracias a encontrarse en el interior de la casa parroquial.
Para los historiadores, este caso es conocido como el «Milagro de Hiroshima, pues los médicos advirtieron a los jesuitas de los problemas que podrían generar las radiaciones a las personas que permanecieran en la ciudad; esta afirmación fue certera y cobró miles de vidas los meses siguientes; no obstante,a estos jesuitas, a los cuales decenas de doctores les practicaron cantidad de chequeos médicos, no les encontraron ningún trastorno, enfermedad, ni rasgo alguno de radiación que afectara su salud.
¿A qué se debe tal suerte? Los cuatro sacerdotes nunca dudaron que habían gozado de la protección divina, especialmente de la santísima Virgen María, a la cual guardaban una inmensa devoción. Tal como lo han afirmado en todos los lugares del mundo donde algunos han dado testimonio: “Vivíamos el mensaje de Fátima y rezábamos juntos el santo rosario”.
En Hiroshima y Nagasaki murieron 246 mil personas, de las cuales la mitad lo hicieron al instante de la explosión; la otra mitad perecieron semanas posteriores por efecto de la radiación. El año pasado en la conmemoración de un aniversario más de la explosión, el obispo de Niigata, Monseñor Tarcisius Isao Kikuchi extendió un mensaje donde afirmaba que Japón puede contribuir a la paz “no con nuevas armas, sino con actividades de nobleza especialmente en las naciones en vía de desarrollo”.
Este mes, cuando se conmemora la devoción al santo rosario y se realiza la jornada anual del Domund (colecta de la iglesia que pretende apoyar a los misioneros que llevan el evangelio a los diferentes continentes), el testimonio de estos jesuitas, es un vivo reflejo de la ayuda divina que ofrece el Señor a cuantos deciden ofrecer sus vidas por la salvación de las almas, pero también a cuantos se abandonan a la intercesión de la santísima virgen María. Este testimonio no manifiesta la predilección de Dios hacia cierto tipo de personas, sino la grandeza de lo que Dios puede hacer a quienes tienen fe y creen en su poder.