Carmen Briceño, una joven que decidió desposarse con el Señor, tras haber asistido a la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia, Alemania.
Por Juan Carlos Matiz
En un mundo donde los preceptos religiosos pierden cada vez más fuerza entre los jóvenes y la invitación a vivir según criterios hedonistas se fortalece a medida que aumenta vertiginosamente la comercialización de la sexualidad y se busca con afán la satisfacción de todo tipo de placer, resulta contradictorio pensar, que hoy en pleno siglo XXI, una joven, por amor a Jesucristo, desee desposarse con Jesucristo consagrándole su virginidad, al estilo propio de las santas vírgenes de las primeras comunidades cristianas, a las cuales la Iglesia ha venerado desde antiguo por su excelsa pureza.
Este es el caso de Carmen Briceño, una joven venezolana residente en Estados Unidos, que hace siete años tomó la decisión de consagrar su virginidad al Señor en una celebración litúrgica presidida por un obispo católico. Ante semejante testimonio, la famosa revista estadounidense Cosmopolitan, la cual está dirigida a una audiencia femenina y se caracteriza por ser poco conservadora frente a temas de sexualidad, en su más reciente publicación, quiso dedicarle un artículo a ésta joven exaltando su virtuosidad y su profunda experiencia espiritual con Dios.
Carmen Briceño nació en Venezuela, en el seno de una familia católica poco ferviente, hace treinta y cinco años. Es hija de un diplomático, y a muy temprana edad, debido al trabajó de su padre, se mudó junto con su familia a los Estados Unidos. Como toda joven siempre soñó con casarse y tener una familia, sin embargo, en su mente siempre estuvo la idea de conservarse virgen hasta el matrimonio.
En el año 2005, tras haber asistido a la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia, Alemania, Carmen sintió el llamado de Jesús a vivir una relación mucho más profunda con Él. Tras ésta experiencia, Carmen empezó a enamorarse cada vez mas de Jesús, se acercó más a la Iglesia, empezó a recibir acompañamiento espiritual y a estudiar la Biblia, se afianzó en la oración, y empezó a discernir sobre su vocación. Después de un largo tiempo de discernimiento, tomó la decisión de “casarse” no con un mortal sino con Jesucristo, consagrándole a Él su virginidad, a través de una ceremonia religiosa.
En agosto del 2009, a la edad de veintiocho años, después de aprobada su petición, por parte de la diócesis y del obispo, de ser una virgen consagrada, Carmen se presentó en el templo vestida de novia y con anillo de compromiso y se desposó con Jesucristo. “Fue un hermoso día” afirma la joven. Hoy, después de siete años sostiene: “Estoy felizmente casada con Dios, como una virgen consagrada. Sí, soy célibe. No soy una monja”. Hoy día, Carmen lleva una vida cotidiana normal, ha colaborado en parroquias y con jóvenes en misiones internacionales; actualmente da conferencias y charlas a jóvenes en diferentes lugares del mundo.
“El sexo y la virginidad son regalos que tú das, no es algo que se pierde”. Para Carmen, la virginidad no consiste en norma religiosa, sino en belleza humana. El amor no solo se trata de sexo, sino de buscar lo mejor para la otra persona. Vivir la castidad es algo que plenifica y hace feliz tu existencia, no implica cohibirse, sino abrirse a una nueva dimensión del amor, donde te abandonas a Aquel que es el mismo amor.