Infanticidios no pueden ser vistos como la solución a un supuesto problema y menos cuando lo que más exige la humanidad es el respeto a la vida.
Por Rubén Gil
Infanticidios se presentan todos los días en diferentes lugares del mundo por causas diversas.
La palabra infanticidio viene de la unión de dos palabras latinas “infans” (niño pequeño) y “caedo” (matar), es la muerte causada de manera intencionada a un bebe, específicamente a los recién nacidos. En la mayoría de los casos, la muerte es causada por sus mismos padres.
Antiguamente el infanticidio era una cuestión meramente cultural; por ejemplo algunas culturas buscaban purificar la ascendencia, así que cuando nacían niños con alguna enfermedad la solución más viable era asesinarlos; en otras culturas se asesinaba el segundo niño que nacía gemelo; otras no aceptaban que el número de hijos mujeres fuera mayor al de los hombres; otro ejemplo de culturas más antiguas era el de sacrificar el hijo primogénito a diferentes dioses; y una de las causas más comunes en gran número de culturas era buscar el mayor número de hombres y evitar la proliferación de mujeres. Esto sobretodo ocurría en culturas que se preparaban para la guerra.
Hoy en día el infanticidio no es una cuestión meramente cultural, pues es practicado en países civilizados y desarrollados que defienden los derechos del ser humano, teniendo el derecho a la vida como el más importante. La cuestión anteriormente planteada no es decisión de algunos ciudadanos, sino la de un gobierno que defiende esta práctica criminal argumentando que es necesario controlar la natalidad en los seres humanos para evitar la superpoblación, como lo que ocurre en China. Y en el peor de los casos argumentan que la mejor opción para un niño proveniente de familia pobre es no conocer el sufrimiento. Lo cierto es que el derecho a la vida no tiene excepciones, y menos en una persona que por su condición se presenta indefensa; así que véase de la manera que se vea, el infanticidio es sinónimo de homicidio y por lo tanto es deplorable y condenable. Cuando este tipo de homicidios ocurre con el aval de un gobierno o con la permisividad de un ente judicial, claramente se puede detectar la pérdida de principios y valores en una sociedad que busca vivir bajo unos criterios y preceptos meramente humanos. Es decir, cuando no se reconoce la vida como un don que no proviene únicamente del ser humano, se tiende a pensar que se es dueño absoluto de la vida propia, de la que se engendra y de la que está bajo algún tipo de dominio.
En Colombia los casos de infanticidio son excepcionales, pero ocurren. Colombia no es un país que vea con buenos ojos este tipo de homicidio, y todo ello, en gran manera, gracias a los valores que conserva la comunidad colombiana. Valores que por lo demás están marcados altamente por el cristianismo. Colombia ha sido por tradición un país cristiano, y se entiende claramente que el cristianismo rechaza todo acto que atente contra la vida de cualquier persona, es decir, sólo Dios es el dueño de la vida.
Para los colombianos como defensores de los valores humanos, no es suficiente deplorar y rechazar los infanticidios que ocurren en este país, sino también manifestar inconformismo por los que ocurren en el mundo entero.