Migrantes musulmanes han sido acogidos por el Papa Francisco en su visita a Moria. Tras haber realizado un recorrido por aquella población, el Sumo Pontífice decidió llevarlos consigo para el Vaticano.
Por Camilo Agudelo Linares
El pasado 16 de abril el Papa Francisco visitó la isla de Lesbos en Grecia con el deseo de hacer visible ante la comunidad internacional la grave crisis humanitaria que sufre esta población. Tras haberse encontrado con el arzobispo de Atenas, el Patriarca ecuménico de Constantinopla y el primer ministro griego, y luego de haber estado en la cárcel de Moria y haber estado rodeado de decenas de sirios y culminar con esto su visita, decide traer consigo a trece migrantes musulmanes para acogerlos en el vaticano.
Este acto de Francisco, el Papa de la misericordia, no solo pone por obra lo que anuncia el Evangelio, sino que parece ser un reclamo, y a la vez un ejemplo contundente para los países que se resisten a acoger a la gran cantidad de migrantes que huyen de sus propias tierras buscando un nuevo porvenir y un camino de esperanza. Mientras muchos países cercan sus fronteras con alambradas electrificadas para impedir el paso de migrantes, el Papa Francisco, llevando a cabo la misión fundamental de la Iglesia, abre sus brazos para acoger y para ser signo de las acciones más altas y dignas a las que está llamado todas las personas.
Todos estos migrantes huyen de sus tierras por muchas razones, pero la razón fundamental radica en que sus poblaciones de origen están azotadas constantemente por la violencia, la persecución religiosa, el conflicto armado, el desplazamiento y despojo de sus viviendas; estos han sido los motivos que llevaron a Su Santidad a visitar esta población.
Terminado el viaje apostólico sube al avión con los trece migrantes rumbo a la Ciudad del Vaticano en Roma, para darles esperanza y extinguir de la vida de estos hermanos sirios el miedo y el abandono. Así como este acontecimiento captó la atención de muchos medios de comunicación en el mundo y generó inquietud, así está invitado el creyente a ser testimonio, a generar noticias que rompan con la indiferencia. Ante un mundo mudo, congelado e inmóvil queda aún una opción: Llamar la atención de muchos con actitudes que rompan los prejuicios y que traspasen las alambradas.