Por: Luis Alejandro Salas
¿Seremos capaces de soportarnos?
¿Podremos tratar de entendernos?
¿Aceptaremos que hay personas que no piensan ni sienten como nosotros?
¿Podremos convivir?
Cada uno tiene su manera de ser y por tanto de pensar, sentir y obrar.
Unas cuantas veces nos ponemos de acuerdo algunos, para diferentes cosas, para ceremonias litúrgicas, para votar en unas elecciones, para mostrarnos partidarios de un equipo deportivo, etc. En múltiples ocasiones hay personas que hacen contratos o compromisos para trabajar, para negociar, para realizar obras públicas o privadas.
Hay parejas que convienen en quererse, ayudarse, respetarse y para estar unidos por el resto de la vida de cada uno, hasta dejan al padre y a la madre para unirse y como cónyuges compartir la existencia. Generalmente los que se comprometen son una mujer y un hombre, pero a veces son del mismo sexo.
Todos tenemos amigos y con estas personas nos apreciamos de manera especial, nos queremos, tratamos de ayudarnos, nos servimos y estamos en las buenas y en las malas. Pero no siempre estamos de acuerdo; muchas veces tenemos puntos de vista diferentes y hasta contrarios, discutimos y hasta peleamos; pero pasado el vendaval nos perdonamos si nos ofendimos y volvemos a tratarnos bien. Seamos amigos.
Tenemos que presentar nuestras ideas y sostenerlas. Pero tenemos que estar atentos a las de los demás, que pueden ser muy distintas y hasta opuestas.
Dicen que debemos tratar de ver los asuntos desde el punto de vista ajeno y de manera simbólica opinan que hay que ponerse en los zapatos del otro.
Bien difícil es esto cuando somos muy rígidos en la manera de pensar, cuando conocemos teorías o doctrinas o estatutos a los cuales nos afiliamos, especialmente en los campos religiosos, políticos, económicos y familiares.
Hay que respetar al prójimo y debemos hacer que nos respeten. Algunos se exasperan, se salen de casillas, se tornan violentos, gritan, gesticulan, pierden los estribos, se agarran, pelean, golpean, maltratan. Y cuando acuerdan algo con otros, forman bandos y hasta ejércitos para intentar imponer sus creencias, su cultura, su moral, sus ideas.
Las guerras siempre traen males.
La paz siempre origina bienes.