Tipos de flores poco festivas, ambiente de conversión y penitencia; son algunas características que identifican el tiempo de la Cuaresma.
Por Nicolás Galeano
Muchas personas suelen ser muy detallistas al momento de arreglar sus hogares, oficinas y lugares de estudio o trabajo, esto para generar un buen ambiente al momento de acoger a algún familiar, vecino o amigo, al momento de trabajar, estudiar o simplemente para descansar. Es en este tipo de funciones o acciones donde cada persona le imprime su propio estilo a la hora de dar orden a ciertas cosas o simplemente para decorar y armonizar sitios específicos de su casa, estudio o trabajo. No hay duda que a la hora de hablar de decoración y armonización las mujeres son las más indicadas en el asunto, y es por eso que para ellas los tipos de flores (según sus colores y presentaciones) son indispensables al momento de ambientar cualquier lugar.
El hecho es que existe una gran variedad de objetos decorativos que logran captar la atención de aquellos que suelen visitar o frecuentar ciertos lugares.
La decoración es un asunto de interés también en nuestros templos y demás lugares de culto sagrado, los cuales poseen un estilo propio para cada época del año. Una de estas épocas es la del tiempo de la Cuaresma, que para algunos es sinónimo de oscuridad, debido a la sobriedad y al carácter penitencial que la identifica.
Durante este tiempo, la Iglesia quiere manifestar a través de signos visibles la penitencia y la preparación, una preparación acompañada del silencio, la reflexión y la sobriedad.
Es muy común entrar en un templo durante estos días de Cuaresma y observar, por ejemplo, que los tipos de flores no son tan llamativos a diferencia de los demás tiempos litúrgicos que se caracterizan por la euforia de sus celebraciones y adornos festivos, incluso en algunos lugares los arreglos y los diversos tipos de flores se omiten o simplemente se remplazan por chamizos o árboles secos, dando a entender así que solo hasta la Pascua estos florecerán y recobrarán su frondosidad. Es por ello que si se emplean arreglos florales no hay que olvidar que este tipo de flores debe ser moderado y poco llamativo, en algunos templos, por ejemplo, se usan flores moradas y blancas para adornar solamente el Sagrario.
El color propio de este tiempo litúrgico es el morado, que significa penitencia y que podemos observar en los ornamentos del sacerdote y en ciertos lugares del templo como en el altar o el ambón y en algunos signos como el de la cruz, que sirven para decorarla y darle así un tinte de reflexión. Es por ello que desde el miércoles de ceniza, día en que la Iglesia inicia oficialmente la Cuaresma, cada templo o lugar sagrado debe procurar transmitir ese ambiente de oración y recogimiento, todo esto para concientizar a los fieles que estamos aguardando con alegría y esperanza la Resurrección del Señor, por esta razón el estilo de las celebraciones deben tener un carácter sobrio y penitencial, por ello los cantos empleados para las celebraciones cuaresmales como: la Eucaristía, el Santo Viacrucis y las vigilias no deben ser tan festivos y eufóricos sino más bien suaves y reflexivos, permitiendo generar así un ambiente de oración y encuentro con el Señor y que son notorios en los tipos de melodías empleadas, en la letra de los cantos que hacen alusión a la Pasión del Señor, a la conversión y al ayuno ,y en el tipo de instrumentos empleados para dichos cantos en cada una de estas celebraciones.
Y aunque los lugares sagrados nos brinden ese ambiente propicio para vivir la Cuaresma como un “tiempo de gracia”, lo más importante es saber vivir este tiempo con un corazón abierto a la conversión y a la reconciliación.
Es de esta manera como se entiende la dinámica de la Cuaresma: un espacio de purificación, un alto en el camino, que significan una mejor vida humana y cristiana.